En todos los países del mundo, construir nuevas infraestructuras urbanas impone molestias a los vecinos que, naturalmente, deben ser compensados.
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No hay ninguna razón para considerar un éxito merecedor de elogios el acuerdo alcanzado entre la Municipalidad de Lima y el Ministerio de Transportes y Comunicaciones para asegurar que nuestra capital cuente con una segunda línea de metro.
Más bien, lo contrario hubiera sido un despropósito y una lamentable señal de nuestra incapacidad para adaptarnos a los cambios. En todos los países del mundo, construir nuevas infraestructuras urbanas impone molestias a los vecinos que, naturalmente, deben ser compensados.
Basta leer los diarios de la época para conocer las quejas que produjo la edificación de la Plaza San Martín, elemento central de la celebración del Centenario de nuestra Independencia. Lo mismo sucedió con la construcción de la Vía Expresa Paseo de la República, impulsada contra viento y marea por el alcalde Luis Bedoya. Y más cerca de nosotros, las modificaciones en el Parque Salazar que dieron lugar a Larcomar, actualmente uno de los mayores puntos de confluencia de Lima.
El Perú tiene un retraso enorme en infraestructura y muy especialmente en líneas subterráneas de metro, que garanticen rapidez en los desplazamientos y aligeren el caótico tráfico vehicular en calles, plazas y avenidas. Ha sido siempre inevitable desde que se comenzaron a construir metros en el siglo XIX que los trabajos impongan restricciones a la circulación en los barrios afectados. Pero como en toda decisión de la vida, hay que saber que la alternativa a esos cambios sería mantener el atraso y la pérdida de tiempo de los pasajeros: atoros monumentales, contaminación ambiental y sonora, resignación y agresividad.
Todo vecino sabe lo que tiene que soportar cuando se construyen nuevas edificaciones cerca de su vivienda. Por cierto, hay reglas que respetar: vías preservadas, rutas alternativas y sobre todo, un plazo que comprometa a las empresas constructoras. Así avanza el mundo, si no, se hubiera impedido que el presidente Balta demoliera el muro de la ciudad de Lima, que precisamente corría a lo largo de lo que hoy es el Paseo Colón.
Las cosas como son
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