El conocimiento del comportamiento de estas aves ´es indispensable para saber cómo protegerlas´ pues recorren cada año miles de kilómetros.
Investigadores españoles han descubierto que con el análisis de la "firma química" que dejan los alimentos en las plumas de las pardelas se puede conocer el lugar de nacimiento y cría de estas aves marinas capaces de pasar sus primeros meses en las islas Baleares y los últimos en Uruguay o Sudáfrica.
Según un comunicado difundido hoy por la Fundación BBVA, que financió el proyecto, el conocimiento del comportamiento de estas aves "es indispensable para saber cómo protegerlas", pues recorren cada año miles de kilómetros y "sólo sabiendo de dónde procede cada individuo se puede estimar la gravedad del impacto en la población original" cuando mueren.
Si un accidente "está afectando a una única población de pardelas", afirma Jacob González-Solís, investigador de la Universidad de Barcelona, "puede llegar a extinguirla", pero si afecta a muchas poblaciones distintas "el impacto queda más repartido y es más suave".
Las pardelas "mueren en palangres o en vertidos de petróleo muy lejos de la zona de cría", por lo que "protegerlas sólo donde nacen es insuficiente", explica González-Solís, que añade que "el mundo no es un zoo y las reservas naturales sus jaulas; las especies amenazadas deben estar protegidas estén donde estén".
Las pardelas están en riesgo por la pérdida de hábitat, la sobreexplotación pesquera, los contaminantes y las artes de pesca, en especial la pesca con palangre, que hace que las aves queden atrapadas en los anzuelos al intentar capturar el cebo.
Las rutas de estas aves empiezan a conocerse en detalle sólo ahora, ya que resulta muy difícil seguirlas, el anillamiento es insuficiente porque se recuperan muy pocos individuos y sólo recientemente los investigadores usan geolocalizadores.
Además, la Fundación afirma que "ninguno de los métodos usados hasta ahora, como los análisis genéticos o los rasgos externos, eran lo bastante precisos como para identificar la población", pero la técnica que han hallado los investigadores Elena Gómez-Díaz y Jacob González-Solís sí lo consigue.
Los investigadores analizaron la proporción de diferentes isótopos estables y la concentración de elementos traza en las plumas de las aves, pues dejan una firma química en los tejidos biológicos que puede relacionarse de forma precisa con determinadas áreas de alimentación.
Se tomaron muestras de unas 200 aves de una veintena de zonas de cría repartidas por el Mediterráneo y por el Atlántico, y los resultados permiten asignar las aves a sus poblaciones con un estrecho margen de error.
"El estudio demuestra que mediante el análisis de isótopos estables y elementos traza en las plumas de las aves podemos localizar las áreas de cría de aves muertas por actividades humanas", señala González-Solís.
También se puso a prueba el método con cincuenta pardelas muertas en la costa de Cataluña (noreste de España) por la pesca con palangre y se descubrió que las aves no procedían sólo de las Baleares, como cabría esperar por su proximidad, sino también de la isla de Creta.
El trabajo ha sido publicado en la revista científica "Ecological Applications".
EFE
Según un comunicado difundido hoy por la Fundación BBVA, que financió el proyecto, el conocimiento del comportamiento de estas aves "es indispensable para saber cómo protegerlas", pues recorren cada año miles de kilómetros y "sólo sabiendo de dónde procede cada individuo se puede estimar la gravedad del impacto en la población original" cuando mueren.
Si un accidente "está afectando a una única población de pardelas", afirma Jacob González-Solís, investigador de la Universidad de Barcelona, "puede llegar a extinguirla", pero si afecta a muchas poblaciones distintas "el impacto queda más repartido y es más suave".
Las pardelas "mueren en palangres o en vertidos de petróleo muy lejos de la zona de cría", por lo que "protegerlas sólo donde nacen es insuficiente", explica González-Solís, que añade que "el mundo no es un zoo y las reservas naturales sus jaulas; las especies amenazadas deben estar protegidas estén donde estén".
Las pardelas están en riesgo por la pérdida de hábitat, la sobreexplotación pesquera, los contaminantes y las artes de pesca, en especial la pesca con palangre, que hace que las aves queden atrapadas en los anzuelos al intentar capturar el cebo.
Las rutas de estas aves empiezan a conocerse en detalle sólo ahora, ya que resulta muy difícil seguirlas, el anillamiento es insuficiente porque se recuperan muy pocos individuos y sólo recientemente los investigadores usan geolocalizadores.
Además, la Fundación afirma que "ninguno de los métodos usados hasta ahora, como los análisis genéticos o los rasgos externos, eran lo bastante precisos como para identificar la población", pero la técnica que han hallado los investigadores Elena Gómez-Díaz y Jacob González-Solís sí lo consigue.
Los investigadores analizaron la proporción de diferentes isótopos estables y la concentración de elementos traza en las plumas de las aves, pues dejan una firma química en los tejidos biológicos que puede relacionarse de forma precisa con determinadas áreas de alimentación.
Se tomaron muestras de unas 200 aves de una veintena de zonas de cría repartidas por el Mediterráneo y por el Atlántico, y los resultados permiten asignar las aves a sus poblaciones con un estrecho margen de error.
"El estudio demuestra que mediante el análisis de isótopos estables y elementos traza en las plumas de las aves podemos localizar las áreas de cría de aves muertas por actividades humanas", señala González-Solís.
También se puso a prueba el método con cincuenta pardelas muertas en la costa de Cataluña (noreste de España) por la pesca con palangre y se descubrió que las aves no procedían sólo de las Baleares, como cabría esperar por su proximidad, sino también de la isla de Creta.
El trabajo ha sido publicado en la revista científica "Ecological Applications".
EFE
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