Está acompañada de Miguel Ignacio que insiste en comparle rosas lo cual inquieta a la innombrable que reconoce a la misteriosa mujer.
Miguel Ignacio y Rubí caminan por la calle y ven en una esquina a una vendedora de flores. “Señora, deme todas las rosas que tenga”, le dice. La mujer voltea y se queda mirando a Rubí que se sorprende al verla.
La florista esboza una pequeña sonrisa al ver a Rubí pero la joven le hace un gesto para que se contenga. “Son S/.60”, le dice la vendedora. Pero Miguel Ignacio no tiene cambio. Va a una tienda cerca y tampoco consigue cambio. “Amor, el arreglo está tan lindo y se ve que la señora necesita la plata, ¿por qué no le das los S/.200 y ya?”, sugiere Rubí. “Está bien si mi cachorrita lo dice, aquí está señora”, dice Miguel Ignacio pero la mujer se niega a recibir el dinero.
“Señora no sea orgullosa y acepte el dinero”, le dice Rubí. “Soy muy orgullosa señorita, supongo que usted me entiende”, le dice la florista que finalmente le regala el ramo de rosas y Miguel Ignacio le pide sus señas para pedirle futuros arreglos. “Espero su llamada, señor”, le dice la mujer a Miguel Ignacio que parte con Rubí.
Calles más allá Miguel Ignacio le pide a Rubí hacer la petición formal de matrimonio. Rubí se niega pero al final dice que llamará a su mamá. Finalmente empieza a estornudar y dice que el ramo de flores le dio alergia por lo que decide tirarlo. Pocos metros más allá la florista se queda llorando.
Horas más tarde Rubí va en buscar de la misteriora mujer que no es otra que su madre a quien le exige que mantenga su distancia. "Pero Rufina...", le dice la mujer. "¡No me digas Rufina!", grita Rubí. "Pero si ese es tu nombre, Rufina Sánchez Huamán", remata la florista.
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