"El cerebro no está hecho para funcionar por mucho tiempo a un ritmo intenso", dice experto.
Según una nueva investigación nuestro cerebro está diseñado para alcanzar su nivel óptimo sólo cuando tomamos varias pausas durante el día y vacaciones más seguidas.
“El cerebro no está hecho para funcionar por mucho tiempo a un ritmo intenso”, dice a latercera.com el doctor John Medina, profesor de Bioingeniería de la Universidad de Washington y director del Centro del Cerebro para la Investigación en Aprendizaje Aplicado de la Universidad Seattle Pacific.
Este experto lleva muchos años estudiando el tema y hoy es uno de los principales propulsores de una idea que choca contra todo lo que esperan los jefes en casi todas las oficinas del planeta, sobre todo con aquellos que valoran más a quienes se van tarde la oficina.
Pausas frecuentes durante la jornada y vacaciones más seguidas son imprescindibles para conseguir los objetivos que perseguimos. De eso, la ciencia ya no tiene dudas y las investigaciones que lo avalan se acumulan. Veamos.
Las primeras pistas surgieron hace 60 años. El neurofisiólogo Nathaniel Kleitman descubrió que cuando dormimos el cerebro pasa por ciclos de 90 minutos cada uno, lapso que transcurre entre el sueño más liviano hasta el REM, donde se produce el verdadero descanso.
Cada ciclo se une automáticamente con el siguiente y así logramos dormir durante toda una noche.
Pero Kleitman descubrió algo igual de interesante respecto a la vigilia. Durante el día también completamos ciclos de 90 minutos, pero esta vez de atención focalizada o trabajo congnitivo intenso.
El cerebro, naturalmente, es capaz de mantenerse concentrado y atento sólo durante ese período. Al pasar la hora y media, comienza el empobrecimiento de la cognición.
Es decir, desde ese momento es natural desconcentrarse, volverse más irritable (ya que se está forzando al cerebro a un trabajo para el que no está plenamente capacitado) y, finalmente, mucho menos productivo.
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