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Tener vida social es una fuente de longevidad, afirman expertos

Confraternizar con los demás es siempre positivo. Nos ayuda, entre otras cosas, a mantener a raya la discapacidad, aumentar la supervivencia tras un ictus o cáncer de mama, y a mejorar el estado cardiovascular.

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Además de hacernos felices, disfrutar de actividades y momentos compartidos, mantener una interacción fluida con la gente que nos rodea en general, no sólo aumenta la calidad de nuestra vida sino además su duración, al funcionar como antídoto, remedio y vacuna natural, para los peligros que la amenazan.

Las personas más activas socialmente y con una ocupación laboral que requiera un esfuerzo intelectual son menos propensas a presentar deterioro cognitivo asociado a la edad y están más protegidas frente al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, según los expertos.

“Hay evidencias que demuestran que las relaciones sociales favorecen lo que se llama la “reserva cognitiva”, es decir, la habilidad del cerebro para tolerar o compensar mejor los efectos de la patología asociada a la demencia", según la neuróloga Marian Gómez Beldarrain del Hospital de Galdakao-Usánsolo (Vizcaya, España).

"Mantenerse socialmente activo y tener una ocupación laboral que requiera esfuerzo intelectual pueden favorecer una mayor reserva cognitiva y que no se manifiesten los síntomas de una demencia, tipo Alzheimer”, ha asegurado la experta.

Por otra parte, investigadores del Hospital General de Massachusetts y la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.) también han descubierto otra influencia de la vida social en el cerebro humano, en concreto sobre una región cerebral llamada amígdala y relacionada con el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales.

Los investigadores, dirigidos por la doctora Lisa Feldman Barrett, han encontrado que el tamaño de la amígdala cerebral se correlaciona con el tamaño y la complejidad de las redes sociales y los contactos de las personas.

Para Feldman y su equipo este hallazgo sugiere que la amígdala es importante para el comportamiento social y que, esta estructura neuronal situada en los lóbulos temporales, podría haber evolucionado parcialmente para afrontar la creciente y compleja vida social de la gente.

Además, hablar con otras personas de manera amistosa y no competitiva puede facilitar la resolución de problemas comunes porque la interacción social aumenta la capacidad intelectual, sugiere otro estudio, esta vez de la Universidad de Michigan (UMICH) en Estados Unidos.

BENEFICIOS MENTALES DE LA AMISTAD

Para el psicólogo Oscar Ybarra, director de la investigación de la UMICH, "este estudio demuestra que simplemente hablar con otras personas, por ejemplo, al hacer amistades, puede deparar beneficios mentales, concretamente en la función ejecutiva, que engloba a un conjunto de habilidades cognitivas que permiten anticipar y establecer metas, elaborar planes y programas, iniciar las actividades y operaciones mentales, autoregular las tareas y efectuarlas eficientemente".

Incluso beber un poco de alcohol puede ser beneficioso, si se hace con un grupo de amigos o familiares con los que compartir nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias, según sugiere un trabajo japonés.

La investigación, de la universidad de Osaka (OU, en inglés) que incluyó a unos 19.000 hombres japoneses, de entre los 40 y los  60 años de edad, encontró que el consumo bajo o moderado de alcohol, acompañado de un apoyo social elevado, está asociado con niveles más bajos de enfermedad cardíaca y de accidente cerebro-vascular (ACV).

Según el doctor Hiroyasu Iso, de la OU, la investigación muestra que los niveles altos de socialización potencian los beneficios cardiovasculares de un consumo alcohólico frugal, pero ese efecto positivo del apoyo social desaparece cuando el consumo supera los 299 gramos semanales de alcohol, volviéndose excesivo.

Asimismo, contar con un respaldo social sólido parece fomentar la supervivencia en caso de cáncer de mama, de acuerdo a un estudio de la División de Investigación de Kaiser Permanente, en el Norte de California, en Estados Unidos, que incluyó a más de 2.200 mujeres diagnosticadas con esta dolencia en una fase invasiva temprana.

Las mujeres que se hallaban socialmente aisladas tenían 34 por ciento más probabilidades de morir de cáncer de mama u otras causas que las mujeres socialmente integradas, según las conclusiones de los investigadores de Kaiser Permanente, dirigidos por la doctora Candyce Kroenke.

Según Cari Jo Clark, profesora de la Universidad de Minnesota (Minneapolis, EEUU), que ha analizado la supervivencia a un ictus y la vida social en mayores de 75 años, vivir en un ambiente social activo y positivo mejora las respuestas al ictus, por ejemplo cuando llega el momento de pedir ayuda ante sus primeros síntomas.

La doctora Clark encuestó a unos 6.000 ancianos residentes en Chicago (EEUU) y les realizó preguntas como: ¿conoce el nombre de su vecino?, ¿habla con esta persona al menos una vez por semana? o ¿podría llamarle fácilmente en caso de necesitar ayuda?, las cuales ayudaron a establecer el grado de cohesión de los participantes.

La investigación descubrió que en las personas que respondían afirmativamente a estos interrogantes las probabilidades de sobrevivir a un ictus aumentaban un 53 por ciento, debido entre otros factores, a la capacidad de respuesta de los vecinos en los primeros momentos del trastorno brusco de la circulación cerebral.

Además, de acuerdo a otra investigación efectuada en Taiwán y publicada en el "Journal of Epidemiology and Community Health", los mayores de 75 años que salen a comprar más de una vez a la semana con sus amistades,  tienen mejor salud física y mental, y un 27 por ciento menos de posibilidades de morir tempranamente comparados con aquellos que no salen habitualmente de compras.

EFE

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