Si bien ser fanático no está considerado como una enfermedad puede llegar a convertirse en una patología.
La visita de un cantante juvenil a un país genera acciones de fanatismo desmedido entre los adolescentes que conforman los llamados club de fans. Estos seguidores invierten días en aprenderse todas las canciones de la discografía de su ídolo musical y las coreografías. Sin embargo, esta situación se vuelve más intensa cuando se acerca algún evento, como un concierto multitudinario.
Pero, ¿cómo definir este fanatismo? El psicólogo clínico especialista en adolescentes, Christian Martínez explica que una persona fanática es aquella que se entusiasma o emociona ciegamente por algo. Se caracterizan principalmente por una visión de la vida más cerrada, creyendo en todo lo que hace o dice su ídolo.
Ser fanático es indistinto al género, ya que tanto hombres como mujeres se ven atraídos. Es una situación que nace, generalmente, en la adolescencia y puede acompañar a la persona hasta la adultez.
“Es falso que se crea que la mayor cantidad de fanáticos sean mujeres. Aunque puede ser que en algunos casos, ante determinadas situaciones, la población sea más femenina o masculina. Por ejemplo, si hablamos de fanáticos de fútbol en nuestra sociedad, estas son en su mayoría hombres. En el caso de las mujeres, el fanatismo hacia músicos o cantantes es el más conocido”, explica.
En una visión social, el fan, a pesar de la imagen tópica que lo vincula con el concepto de consumidor pasivo, es en realidad un actor protagonista de sus actividades de ocio, las mismas que realiza en el seno de su comunidad. Su participación es mucho más activa y duradera, explica el artículo de Jordi Busquet Duran, doctor en Sociología de la Universidad Ramon Llull.
Consolidando su identidad. Si bien antes se creía que ser fanático era algo propio de adolescentes de 15 o 16 años, la situación ha cambiado. Más niños de entre 9 y 11 años han adoptado posturas de seguidores de algunos grupos musicales, actores o series.
Los padres también son clave en la introducción a un fanatismo. “La guía de los padres puede ayudar a establecer objetivos de vida claros, que no los lleve a vivir a la luz de su ‘amor’ por un ídolo”, comenta Martínez.
Fanatismo desmedido. Si bien el ser fanático de algo no está considerado como una enfermedad, puede desencadenar en una patología vinculada a la personalidad o factores genéticos.
Beneficios. El fanatismo ayuda a muchos jóvenes a socializar con personas que comparten sus mismos intereses, sintiéndose parte de un grupo en el que comparte ideas y que lo hace sentirse acogido.
Los padres no deben sentirse mal sobre esta situación. “Deben entender que esto es algo pasajero, que con el tiempo se atenuará cuando crezca. Darle argumentos sencillos y lógicos es la clave. Los hijos deben darse cuenta que sus padres los acompañan, que los apoyan, los entienden, pero que también les ponen límites”, menciona Martínez.
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