Uber y Airbnb son dos ejemplos exitosos de una nueva manera de hacer negocios, basada en la posibilidad que ofrece la tecnología de conectar a la gente con diversas necesidades.
Posiblemente hayas escuchado alguna vez acerca de la economía colaborativa (en inglés conocida como sharing economy). Pero, ¿sabes qué significa? El canadiense Tom Slee considera que la expresión economía colaborativa es una contradicción en sí misma. “Colaborar es una interacción social de carácter no comercial entre una persona y otra”, escribe en su libro Lo tuyo es mío (Taurus, 2016), mientras que “economía sugiere transacciones mercantiles, el cambio interesado de dinero por bienes o servicios. […] No cabe duda de que la palabra colaborar se ha llevado más allá de sus límites razonables a medida que la economía colaborativa crecía y cambiaba”, señala.
Es ese sentido, la definición de Wikipedia es más precisa. La enciclopedia en línea (que justamente es resultado de un trabajo colaborativo, pero realizado por voluntarios) señala que se trata de “un sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales”. En realidad, el gran éxito de esta fórmula es que logra conectar de manera muy eficiente a dos grupos de personas: los que tienen una necesidad (por ejemplo, requieren ser transportados de un lado a otro) y los que tienen capacidad ociosa para atenderla en ese preciso instante (por ejemplo, alguien que tiene un auto y tiempo libre para hacer una carrera). En la actualidad esto se puede lograr gracias a las tecnologías digitales, que permiten la interacción en tiempo real, incluso entre usuarios que no se conocen entre sí. De hecho, la economía colaborativa ya es cuestión de todos los días y vivimos con ella, aunque no nos demos cuenta.
La revista Forbes de México señala dos ejemplos vivos de economía colaborativa: Uber y Airbnb. La primera ofrece transporte, la segunda alojamiento para viajeros. Pero Uber no tiene autos propios, de la misma manera que Airbnb no posee una sola habitación. Estos servicios se limitan a conectar gente. Y cobran una comisión por ello.
“El mejor ejemplo es Uber, la aplicación digital que conecta a pasajeros con conductores privados. Si usted tiene un coche y le sobra tiempo los domingos, ¿para qué tenerlo estacionado? Inscríbase a Uber y conviértase en chofer amateur. ¿Cómo? La aplicación lo conecta con usuarios que necesitan un aventón; usted pasa por ellos, los lleva a su destino, y Uber hace un cargo a la tarjeta del pasajero basado en distancia y tiempo (calculado con GPS). La compañía se queda con el 20% de comisión, y el 80% restante es para usted”, señala Forbes.
Desde luego que esto no es nuevo en la economía, explica Forbes, pues los intermediarios han existido desde antes de que el capitalismo domine al mundo. “La diferencia es la enorme eficiencia y precisión con la que la tecnología lee e interpreta los ciclos de oferta-demanda. Pero lo más importante es que uno podrá proveer bienes y servicios sin depender de un empleador. Por un lado, es la atomización de los monopolios; por otro, la diversificación de la ocupación humana”.
Internet no solo ha cambiado nuestra forma de ver el mundo, sino también nuestra manera de vivirlo. La economía colaborativa es muestra de ello.
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