Aunque el más popular hoy en día es el líder horizontal, es necesario conocer cómo es uno vertical para saber qué errores no cometer a la hora de dirigir un grupo.
Un líder siempre será necesario. Es el motor para conducir a las organizaciones hacia la mejora y la consecución de objetivos. Para ello, un verdadero líder pone cuidado en mantener unido al grupo mientras lo guía en la dirección planificada. El capital humano es de suma importancia para él.
Existen dos estilos convencionales de liderazgo. El liderazgo vertical que se asocia a las empresas tradicionales industriales y el liderazgo horizontal que se vincula a las compañías tecnológicas, como las startups.
El liderazgo vertical es ejercido por un jefe autocrático, que trata de ejercer el poder y el control de arriba abajo. Evita los aportes y el consenso de los integrantes de su organización, pues los considera un estorbo a sus objetivos. Usualmente, el líder vertical piensa que solo él puede generar ideas, explica el ejecutivo de negocios Miguel Ángel García Sacristán en LinkedIn.
Si bien esta forma de liderazgo busca aportar las mejores soluciones limitando los argumentos en busca de una salida rápida a una determinada problemática, hoy en día está cayendo en desuso. El cambio generacional en los trabajadores, quienes son cada vez más jóvenes, promueve otro tipo de liderazgo y metodologías.

De otro lado está el liderazgo horizontal. Un líder de este tipo tiene el suficiente carisma como para inspirar el clima emocional y anímico de su organización. Es capaz de tomar iniciativas, aportar ideas, enfocarse en las soluciones, infundir entusiasmo y romper esquemas. Al mismo tiempo sabe escuchar, transmite confianza, brinda apoyo, ofrece valoración, contagia responsabilidad y genera crítica constructiva. Su forma de trabajo promueve valores como la ética, la transparencia, la cercanía, la austeridad, y priorizando el bien común.
Pero por sobre todo un líder horizontal es capaz de identificar el talento de cada uno de sus colaboradores. Son capaces de confiar, formar valores y delegar responsabilidades porque sumar talentos a una organización solo tiene sentido, si se cree en ellos.
Con el ingreso de los millennials al ámbito laboral, un buen jefe, desarrolla un trato horizontal con ellos, en los que predomina el respeto a sus ideas. Les dan feedback constante y la seguridad de que sus acciones son valoradas. De este modo se aseguran de retener el nuevo talento que hoy demandan las empresas.

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