La relación de padres e hijos ha dejado de ser autoritaria, como solía serlo en el pasado, pero tampoco es recomendable que sea permisiva.
La relación entre padres e hijos debe estar basada en el respeto y en el establecimiento de límites. En ese sentido, no se recomienda que los padres sean amigos de sus hijos. Ello supone un trato horizontal, donde a los padres les cuesta poner límites y negarles cosas a sus hijos.
Es importante que tengan un buen vínculo con los hijos, que puedan confiar en ellos, pero sobretodo, que tengan la capacidad de aconsejarlos, sobretodo, cuando comienzan la edad de la adolescencia. Esto no significa que la relación deba ser autoritaria. Lo ideal es tener una relación cercana, honesta y afectiva con sus hijos, indica el psicólogo español Borja Quicios. En este tipo de vínculo los adultos tienen en cuenta a sus hijos pero dejando claros los límites y las normas.
Lo primero es dejar en claro que en la organización de la familia, los padres ocupan la más alta jerarquía. Esto permite que los progenitores pongan los límites que consideran necesarios. Las reglas deben ser razonables y justas, lo que no significa que estas no deban ser respetadas por el adolescente. Para esto es vital que dada la orden no haya concesiones o cambios para evitar el mal humor o chantajes del menor.

Otro aspecto a tener en cuenta es que la forma en que un adolescente se relaciona con sus padres marcará la pauta de sus relaciones adultas. Es decir, si los padres son prepotentes, este también lo será y repetirá esa fórmula cuando sea mayor. Por el contrario, si es un chico extremadamente obediente, será probablemente un adulto sumiso, incapaz de tomar sus propias decisiones.
El secreto está en aplicar reglas razonables y bien detalladas, que contribuyan con el bien de todos los miembros de la familia. De esta manera el adolescente se convertirá en un adulto con capacidad de conciliar y negociar en sus relaciones futuras.
Por supuesto, los padres deben saber escuchar ya que poner límites no significa solo prohibir. También es negociar cuando haga falta. Esto, sin duda, será de gran ayuda para la formación de un adolescente abierto a escuchar y conciliar en situaciones difíciles.

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