El tiempo que niñas y adolescentes pueden dedicarle a sus estudios durante la pandemia es afectado por el incremento de labores domésticas, la falta de acceso a la tecnología, además de violencia psicológica, física y sexual.
Antes de la pandemia, ya existían factores que obligaban a niñas y adolescentes a abandonar su educación, siendo uno de ellos el embarazo adolescente. Actualmente, tras el cierre de las escuelas como medida de prevención, son ellas quienes vienen enfrentando consecuencias como la deserción escolar, menores posibilidades de regreso a la escuela tras la crisis, así como afectaciones graves a la salud física, mental, sexual y reproductiva.
Está en riesgo el progreso de la educación a nivel global, considerando que ya antes de la crisis, millones de niñas solo tenían acceso a una educación de pobre calidad y muchas no lograban el nivel de habilidades, conocimientos y oportunidades necesarias para un futuro productivo y satisfactorio. En el Perú, según el Ministerio de Educación, el 40% de niñas y adolescentes que vivían en ámbitos rurales abandonaban el colegio por motivos familiares.
De esta manera, la discriminación estructural y los estereotipos continúan limitando el desarrollo de sus capacidades al colocarlas en roles de maternidad, cuidado doméstico y servicio desde la niñez. Por ejemplo, según datos de la ONG Plan International, en Bolivia y Nicaragua, las niñas entre 7 y 14 años pasan entre 20 y 80 minutos diarios más que los niños en tareas domésticas y de cuidado.
También es relevante recordar que el hogar puede ser un lugar peligroso para muchas niñas, adolescentes y mujeres, haciendo que el confinamiento incremente el riesgo de violencia. Según Plan International, un mayor número de niñas y niños están siendo testigos de violencia contra las mujeres, lo que puede generar estrés postraumático, depresión y ansiedad.
Asimismo, señala que esta situación puede impactar a largo plazo en el desarrollo de niñas y niños, incluyendo rendimiento escolar, capacidad de atención y concentración, así como el desarrollo de prácticas nocivas como el abuso de sustancias y autolesiones. Además, las niñas y los niños que experimentan o presencian violencia en sus hogares son más propensos a ser perpetradores o víctimas de violencia en el futuro.
Por otro lado, en este contexto, la tecnología ha adoptado un rol fundamental para la educación de niños, niñas y adolescentes en todo el país. Sin embargo, para la Comisión Interamericana de la Mujer, es necesario tener en cuenta que las redes también abren nuevos caminos a los perpetradores. De hecho, de acuerdo con informes internacionales, durante la pandemia ha aumentado el abuso infantil en línea, especialmente la búsqueda de contenido de explotación sexual de niñas y niños.
Como consecuencia, durante un estudio realizado por Plan International, el 12% de niñas afirmó que simplemente dejó de usar redes sociales. Este impacto en la conectividad de las niñas no hace más que ampliar la brecha digital entre hombres y mujeres; incrementando la exclusión, el analfabetismo digital y la falta de habilidades en el uso y creación de tecnología.
Por ello es urgente la respuesta educativa, donde tras la pandemia, los colegios se conviertan en espacios de inclusión que no profundicen las desigualdades que ya experimentan niñas y adolescentes. Además que, para lograrlo, los sistemas educativos deben monitorear el acceso y permanencia de las niñas y jóvenes en las modalidades de educación a distancia a través de la recolección y análisis de datos, señaló el organismo.
De igual forma, es urgente que el contenido educativo difunda mensajes de corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidado, para que el trabajo no remunerado se distribuya de manera equitativa en los hogares.
En el caso de las brechas digitales, sugiere promover las habilidades y competencias que les permitan a las niñas navegar en línea de forma segura. Por lo que, padres y madres también deben ser llamados a apoyar la igualdad de oportunidades de aprendizaje para sus hijos e hijas y a participar en el destierro de estereotipos de género relacionados a las competencias digitales.
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