Si bien no se puede saber con certeza cuándo ocurrirá un gran sismo en nuestro país, expertos afirman que será de más de 8 de magnitud y afectará principalmente a la zona costera central. Más de 10 millones de personas y más de 4 viviendas estarían expuestas a este evento.
De acuerdo con el mapa sísmico del Perú, no existe en nuestro territorio una sola área urbana que en el pasado no haya sido afectada por un sismo, independientemente de la magnitud que haya tenido. A nivel mundial, somos uno de los países con mayor potencial sísmico, debido a que formamos parte del denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, zona donde se producen más del 80% de sismos en la Tierra.
Frente a estos antecedentes, desde el Instituto Geofísico del Perú (IGP) han advertido que tanto en la costa central y sur del Perú, se esperan sismos de magnitud: 8.8 en Lima y Callao, 8.2 en Moquegua y Tacna y 7.9 en Ica y Arequipa. Pero ¿cómo se llegan a estas estimaciones? Hernando Tavera, presidente ejecutivo del IGP; Patricio Valderrama, especialista en investigación de desastres de origen natural; y Juvenal Medina, experto en gestión del riesgo de desastres, lo explican a RPP.
Predicción versus pronóstico
La distribución geográfica de los sismos en el mundo no se da al azar, precisa el IGP: existen zonas sísmicas muy bien definidas y otras donde hay ausencia total o parcial de sismos. Si bien los tres especialistas consultados enfatizan que es imposible predecir un sismo; es decir, saber la hora y fecha exacta de su ocurrencia, sí se pueden pronosticar tanto la magnitud del evento como las zonas vulnerables que podrían ser afectadas.
Tavera indica que los sismos son cíclicos, lo que significa que en los lugares donde no han ocurrido sismos de gran magnitud durante mucho tiempo, se viene acumulando una deformación. En el momento en el que esta “deformación se relaje”, produciría un fuerte movimiento telúrico. Gracias a que ahora se puede monitorear el desplazamiento de las placas tectónicas usando datos GPS (Global Positioning System), los pronósticos han mejorado notablemente.
“Se tiene la certeza científica de que va a ocurrir un sismo de gran magnitud, pero no hay forma de ni siquiera ponerle un año; o sea, no hay forma de predecir con la hora, el día la semana, el mes o el año. La ciencia no ha llegado a ese punto todavía”, remarca Valderrama. Se trata de un evento natural y común; no obstante, es por nuestra falta de preparación que se pueden producir desastres, agrega.
Es así que también se ha vuelto común en nuestro país etiquetar a los sismos con nombres propios en base a su grado de destrucción: temblor si el movimiento no ha provocado muertes y su percepción ha sido leve, o terremoto si ha ocasionado pérdidas tanto materiales como humanas. Sin embargo, Tavera considera que debería emplearse únicamente el término ‘sismo’.
“Un sismo de magnitud 8 como el de Pisco produjo cierto daño en Lima, pero un sismo de magnitud 5 que ocurra debajo de Lima va a producir el mismo nivel de daño. ¿Por qué? Porque no es el sismo, sino la cercanía del mismo y la calidad de los suelos y de las construcciones”, apunta Tavera. En ese sentido, ya no existe un grado de magnitud exacto para señalar si se trata de un temblor o terremoto.
Zonas y viviendas más vulnerables
En nuestro país, el 80% de viviendas son construcciones informales; es decir, son diseñadas y construidas sin intervención profesional de arquitectos e ingenieros que conozcan sobre técnicas de reducción de riesgos; y de ese porcentaje, la mitad son altamente vulnerables a un sismo de fuerte magnitud, advierte la Cámara Peruana de Construcción (Capeco).
Para Juvenal Medina esta vulnerabilidad se explica no solo por las viviendas construidas de forma precaria alrededor de algunos cerros de la capital, sino también por las edificaciones ubicadas en el centro histórico y otros distritos, cuya infraestructura es muy antigua, no han tenido renovación y, por lo tanto, no cuentan con refuerzos y condiciones antisísmicas adecuadas.
De hecho, según el Centro Peruano Japonés de Investigaciones Sísmicas y Mitigación de Desastres (Cismid), los principales tipos de viviendas a nivel nacional son de adobe tradicional y mejorado, y de albañilería no reforzada y sin diseño sísmico. Estiman que casi el 50% de las edificaciones son de adobe tradicional o tapial, estas últimas muy difíciles de reforzar frente a eventos sísmicos.
Ante este panorama, y ante la improbabilidad de reubicar a todas las familias expuestas a estos peligros, Valderrama sostiene que la preparación como comunidad es la clave para reducir el alto nivel de riesgo ante un sismo que, en Lima y Callao, afectaría a 4 millones y medio de personas, según el Centro Nacional de Prevención, Estimación y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred).
Mediante una cultura de prevención a través del reconocimiento de las zonas seguras de nuestro vecindario, las rutas de evacuación, una participación activa y responsable en los simulacros, así como la preparación de una mochila de emergencia, podemos formar una comunidad resiliente, destaca el exjefe del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi).
Generar un cambio de comportamiento en las nuevas generaciones es clave. “Tenemos que educar a la población para que no crean lo que se lee en WhatsApp, pero que sí crean en la ciencia, que sí sepan identificar un sismo y cómo responder”, puntualiza Valderrama.
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