El nuevo Museo Ninfeo expone alrededor de 3.000 objetos hallados en los últimos ocho años de excavaciones, informó la Superintendencia Cultural de Roma.
Roma ha desenterrado lo que queda del lujoso jardín privado de emperadores como Calígula, los "Horti Lamiani", y ha abierto un museo para exponer algunas piezas de las muchas encontradas bajo el suelo, alrededor de un millón en total.
El nuevo Museo Ninfeo, presentado hoy y que abrirá al público el 6 de noviembre, aunque con dos aperturas extraordinarias los 30 y 31 de octubre, expone alrededor de 3.000 objetos hallados en los últimos ocho años de excavaciones, informó la Superintendencia Cultural de Roma.
Este imponente yacimiento fue abierto durante las obras en el edificio de la Seguridad Social en Roma, en lo alto de una de las colinas históricas de la ciudad, el Esquilino, y desde que se empezara a excavar no han dejado de emerger objetos y tesoros de la Antigüedad.
Tanto es así que las piezas halladas son casi un millón: vasos, máscaras, piezas de cristal, ánforas para uso alimentario, cazuelas... objetos que hablan de la vida cotidiana de hace dos milenios.
Y es que no se trata de un lugar cualquiera, sino de todo un acervo arqueológico.
Uno de estos prohombres del naciente Imperio era Lucio Elio Lamia, quien construyó en este lugar una fastuosa residencia, los "Horti Lamiani", cediéndola al erario público a su muerte.
Es así como la villa acabó en manos del emperador. Tiberio, sucesor de Augusto, no estaba demasiado interesado en el asueto en la capital -prefería la isla de Capri-, pero no ocurriría así con el siguiente emperador que apreciaba sobremanera ese jardín romano.
El mítico Calígula ordenó de este modo su renovación y decoración y lo usó como residencia privada, una especie de "Domus Aurea".
Los jardines son testimonio del paso de los siglos porque las dinastías que llegaron después al poder de la Roma Caput Mundi dejaron también su marca en el lugar.
Tal es así que se ha encontrado una monumental sala de época severiana (193-235 d.C) con pavimento en mármol y una gran fuente aún existente.
Los jardines acabaron en el abandono, como toda la ciudad, con la caída del imperio en el siglo V, y la colina del Esquilino se llenó de casas donde la población vivía en condiciones míseras y de conventos que aprovecharon este lugar para sus huertos y cosechas.
En el siglo XVI, con la gran reestructuración de Roma impulsada por el papa Sixto V, esta zona volvió a ser dedicada a los palacios de las familias más importantes de la ciudad, si bien en el XIX, con la unificación de Italia, se decidió demoler estos edificios antiguos en pos de una nueva ciudad, la actual Roma, cuyo subsuelo sigue conservando un sinfín de maravillas pretéritas. (EFE)
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