Las felicitaciones de mandatarios, políticos y personalidades internacionales comienzan a llegar. Alberto Fernández, presidente de la Argentina, se refirió a Pedro Castillo como “presidente electo de Perú”. El español Íñigo Errejón, fundador de Podemos le envía un “Enhorabuena” al profesor de Chota. El boliviano Evo Morales saluda “esta victoria”. El brasileño Lula “parabeniza” por este importante logro. La mexicana Citlalli Hernández, secretaria general de Morena, indica que la victoria de Castillo es ya “irreversible”.
Sin embargo, Pedro Castillo tiene que tomar conciencia que la democracia en el Perú se encuentra en cuidados intensivos, con pronóstico reservado. Varios factores se han conjugado para incrementar los niveles del deterioro democrático, analizo algunos de ellos.
El primer factor es Keiko Fujimori, sus ya conocidas credenciales antidemocráticas están llegando a niveles inéditos. La apuesta para invalidar más de 500 mil votos ya contabilizados por la ONPE, es una jugada temeraria de efectos imprevisibles. La ciudadanía está agotada física, mental y económicamente, y la percepción es que se busca burlar la voluntad popular de los ciudadanos de las zonas más pobres y discriminadas del país.
El segundo aspecto es el Congreso de la República, la cuarta legislatura tiene por objeto abordar importantes reformas constitucionales sin el mayor análisis y seriedad. Aspectos clave para la división de poderes tales como la cuestión de confianza o la bicameralidad, están a punto de ser aprobadas al caballazo. El actual Congreso puede convertir al débil sistema presidencial peruano en un improvisado régimen parlamentario. Por otra parte, algunos grupos políticos afines al fujimorismo, tienen la espada de Damocles sobre la Mesa Directiva. Si esta cae, el presidente Sagasti dejaría el cargo, lo que abriría una caja de pandora que tendría nefastas consecuencias para la gobernabilidad del país.

Un tercer elemento tiene que ver con la polarización de la sociedad. La segunda vuelta ha estado marcada por una campaña de miedo de niveles inverosímiles. Un porcentaje de la ciudadanía limeña está aterrorizada con la supuesta llegada de los jinetes del apocalipsis comunista. Desde redes sociales se hacen llamados para que las Fuerzas Armadas “pongan orden”. Es necesario dar mensajes de comunicación claros y potentes para reducir los niveles de paranoia.
Un cuarto factor es Perú Libre, si bien es cierto que se ha visto reforzado con la llegada de cuadros importantes de Juntos por el Perú, todavía se percibe improvisación, falta de experiencia y la ausencia de un Plan de Gobierno. La solidez política de la bancada es una incógnita y la sombra de Cerrón puede generar más de un dolor de cabeza ante la opinión pública.
Un quinto aspecto es la pandemia. Nuestro país es el más golpeado a nivel mundial. Si bien es cierto que los casos están disminuyendo y las defunciones decreciendo, la crisis por el acceso a las camas UCI se mantiene y la aparición de la variante india en Arequipa debe encender todas las alarmas. Un estallido o convulsión social en un contexto tan grave de coronavirus sería un punto de difícil retorno para la salud democrática de país.
Finalmente está la recuperación económica. Llegan buenas noticias de los dos principales motores a nivel mundial. China y Estados Unidos ya han comenzado a reactivar y esas locomotoras impulsarán la demanda de nuestros principales productos de exportación. El Banco Mundial ha señalado que creceremos más de 10 % este año. La CONFIEP, en un comunicado público señala que están dispuestos a trabajar con el nuevo gobierno. Sin embargo, la incertidumbre electoral detiene y posterga las inversiones, tan necesarias para el país.
A manera de conclusión, el Perú se acerca peligrosamente a una tormenta perfecta por varios factores. Su precaria democracia ha sido puesta nuevamente a prueba. Es responsabilidad de todos contribuir a que el presidente electo tenga condiciones mínimas de gobernabilidad. Desde nuestras respectivas trincheras debemos apuntar a dicho objetivo.
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