Aunque aún no nos recuperamos del impacto de la irrupción de la IA, seremos testigos de otro tsunami igualmente sorprendente: la prolongación de la vida gracias a la biotecnología.
Hace unos años, un domingo en Taipéi, visité el mercado central de esa ciudad y presencié un hecho singular: un hombre ofrecía en subasta a una serpiente que llevaba en sus manos. La puja duró unos diez minutos, y el ganador pagó alrededor de 100 dólares. Cuando la multitud se fue, el vendedor cortó la cabeza al animal y vertió su sangre en un vaso de vidrio y se la entregó al ganador de la subasta, quien se la bebió hasta la última gota. No entendí qué pasaba y pedí a un lugareño que me lo explicara. Me dijo que ahí existía la creencia de que beber la sangre de una serpiente proporcionaba un año más de vida.
Traigo este recuerdo a colación porque mientras aún no nos recuperamos del impacto de la irrupción de la inteligencia artificial, seremos testigos de otro tsunami igualmente sorprendente en el marco de esta Cuarta Revolución Tecnológica (4RT): la prolongación de la vida gracias a la biotecnología.
Según el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud, en los últimos 60 años, la esperanza de vida al nacer a nivel global aumentó 20 años, pasando de 53 a 73 años. Aun cuando la pandemia del COVID redujo en parte esa tendencia, resulta claro que la evolución natural de ese indicador nos llevaba a que cada década ganamos unos 4 años más de vida, producto de las mejoras en las condiciones de vida y en la atención sanitaria a la población.
Sin embargo, como resultado de las investigaciones científicas sobre el proceso de envejecimiento, esa cifra podría aumentar significativamente porque después de la inteligencia artificial, la biotecnología aplicada a la lucha contra el envejecimiento es el segundo foco de atención de las inversiones de los grandes magnates de la economía mundial.
Jeff Bezos está invirtiendo fuertemente en Altos Labs, una empresa tecnológica que busca revertir el envejecimiento “reprogramando” las células del cuerpo, quitándoles todos los daños causados a lo largo del tiempo desde el nacimiento. El interés de Bezos en este campo no es reciente, ya en el 2016 había invertido en otra empresa biotecnológica Unity Biotechnologies, pionera en el desarrollo de terapias dirigidas a las células senescentes (parte integral del proceso de envejecimiento) vinculadas con muchas enfermedades relacionadas con la edad, que también ha recibido aportes de Peter Thiel y Bob Nelsen.
Otro de los líderes empresariales mundiales, Larry Page, de Google, ha invertido también en este campo, creando CALICO (California Life Company) que se dedica a prolongar la vida, porque entiende que el envejecimiento es una enfermedad que tiene cura.
Otros billonarios, como Mark Zuckerberg, Bill Gates y Paul Allen, han creado premios como The Breakthrough Prize o The Methuselah Prize, y fundaciones especializadas otorgan anualmente millones de dólares a científicos para que realicen avances significativos en la comprensión de los procesos de los sistemas vivos para extender la vida humana.
Pero a diferencia de ellos, el siempre polémico Elon Musk no desea invertir en este campo de la biotecnología. “No creo que debamos intentar que la gente viva durante mucho tiempo”, dijo Musk a la revista Insider. “Causaría la asfixia de la sociedad porque la verdad es que la mayoría de la gente no cambia de opinión. Simplemente mueren. Entonces, si no mueren, nos quedaremos atrapados en viejas ideas y la sociedad no avanzará”. Y no le falta razón. Aunque la Humanidad hubiera agradecido que Marie Curie, Nikola Tesla, Albert Einstein o Stephen Hawking hubiesen vivido algunos años más.
Pero prolongar la vida humana unos años más traerá sus consecuencias. Si hoy en día los sistemas de pensiones de jubilación ya están en crisis, y los países se están viendo obligados a incrementar los años de trabajo activo para retrasar el retiro de los trabajadores, imagínense lo que pasaría si pudiésemos vivir un poco más, ampliando la etapa “pasiva”.
Y si a eso le sumamos el efecto combinado de la automatización, la robótica y la inteligencia artificial que tendrá un impacto negativo en la creación de nuevo trabajo humano, tendremos que afrontar el enorme desafío de la creación sostenible de más riqueza para contar con los recursos suficientes para cubrir las necesidades básicas de una población que vivirá más tiempo.
Algunos piensan que asignar recursos a la prolongación de la vida es un gasto inútil porque sólo beneficiará a unos pocos, aquellos que puedan costear los tratamientos específicos, que no son ni serán baratos. Indudablemente los avances científicos llegarán poco a poco a la inmensa mayoría de la población, una vez que las patentes de los fármacos empleados vayan caducando.
La polémica ha comenzado. ¿Valdrá la pena vivir unos años más para ser parte de la Quinta Revolución Tecnológica (5RT)? ¿O usted piensa como Elon Musk?
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