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Las dos caras de la inteligencia artificial en la educación

Hoy en día, la IA está ingresando a mayor velocidad al mercado, y poco a poco vamos descubriendo su potencial.

El ingreso de la Inteligencia Artificial (IA) ha causado hoy igual o mayor impacto en la economía y en la sociedad, que el que produjo hace 30 años la aparición de internet en las empresas y en los hogares.

Al principio de los 90, la gente no sabía bien lo que podíamos hacer con esa nueva tecnología llamada internet a la que pudimos acceder, primero mediante conmutador telefónico o modem físico, y que después fue posible tenerlo virtualmente. Como su acceso era limitado por temas de cobertura y también de bolsillo, porque no todos tenían una computadora de escritorio en casa, se encontró una solución para su masificación: las cabinas de internet.

Hoy en día, la IA está ingresando a mayor velocidad al mercado, y poco a poco vamos descubriendo su potencial. Lo que comenzó como herramienta para dialogar con los clientes (chatbots), ahora vemos con sorpresa a las IA ocupando el puesto de CEO (Presidente Ejecutivo) de empresas de vanguardia tecnológica.

Es, en el campo educativo, donde la IA está dejando mayor huella inicial en las familias. La capacidad de algunos modelos como ChatGPT y Google Bard, de interactuar con los seres humanos y de producir a su pedido, textos similares, indistinguibles, a los generados por los humanos, ha provocado una revolución en las escuelas, institutos y universidades, a tal punto que se han escuchado voces pidiendo que se prohíba su uso en las escuelas y hasta en los hogares, porque la IA puede redactar las tareas de los estudiantes que les son dejadas por los profesores para que ellos los hagan personalísimamente en casa.

| Fuente: Unsplash

Hoy ya no es posible tener la certeza que un texto ha sido escrito por un ser humano. Hace unas semanas se promovió como “tabla salvadora” para los profesores, el software ChatGPTZero, que se promociona como capaz de reconocer si un texto fue escrito por una IA, una especie de “Turnitin antiplagios”. Sin embargo, hice unas pruebas con este software y sufrí una gran decepción, pues un texto elaborado íntegramente por ChatGPT 3.5 ante una consulta hecha mediante un “prompt”(*), dio como resultado 92.42 % de probabilidades de tener como autor a un humano, y otro texto similar pero generado por ChatGPT 4.0, dio como resultado 100% de probabilidades de haber sido redactado por un humano.

Ante esta situación, mi consejo como docente universitario, es que los profesores deben olvidarse de pedir monografías, porque no podrán distinguir entre lo hecho por sus alumnos en horas de esfuerzo, de lo que pueden presentarle como resultado de un buen “prompt”, cuya construcción puede tomar sólo algunos minutos, y el texto sea producido en segundos. Lo que realmente importa es conocer cuánto nuevo conocimiento ha podido insertarse en la mente de los estudiantes como resultado de un proceso de enseñanza-aprendizaje efectivo. Para eso ya no sirven las monografías. Aunque parezca paradójico, en esta tercera década del Siglo XXI, debemos promover la oralidad, fomentar los debates y los foros de discusión, y hasta, por qué no, los “anticuados” exámenes orales.

En esta pugna por el uso de la IA en la educación, los profesores tampoco se han quedado atrás. Hoy es común que la calificación de los trabajos escritos, como las monografías, sea realizada por las IA. ¿Cómo? Simplemente colocando las “rúbricas”(**) de evaluación en los “prompts” y pidiendo a la IA que lo use como plantilla para evaluar las monografías según los criterios de la rúbrica. Así, tanto alumnos como profesores aprovechan la IA para hacer sus labores, pero este equilibrio no durará mucho. Los estudiantes al conocer que la rúbrica está en el sílabo le pedirán a la IA que la tome en cuenta al momento de redactar el texto, e incluso, para asegurarse, le darán instrucciones a la IA para que pase el texto final por la rúbrica y les diga qué nota podrían tener. Si la nota no les satisface, por ejemplo un 16, pueden pedir a la IA que haga los ajustes necesarios en el texto. Como resultado, puede que ya se aseguren con un 18 o un 20. Y si son audaces, le enviarán el texto final elaborado por la IA con un pantallazo de haberlo pasado por un software de “detección de textos redactados por IA”, que señale que hay un 100% de probabilidades de haber sido escrito por humanos.

Estas son situaciones a las que tendremos que irnos acostumbrarnos. Si los alumnos adquieren la habilidad de estructurar “prompts” lógicos y si leen con concentración los resultados de las búsquedas, y los profesores no prohíben el uso de la IA, sino que por el contrario, alientan su uso, y modifican sus didácticas incorporando la IA y sus evaluaciones en un contexto de IA, saldremos ganando todos.

Y dado que actualmente el acceso a la IA del tipo ChatGPT4 está a un promedio de 29 dólares mensuales, me pregunto en cuánto tiempo más aparecerán las “cabinas de IA” donde los estudiantes pueden acceder a ella por valores mucho más ajustados a nuestra realidad (¿5 soles la hora?).

¡La IA llegó para quedarse! A propósito, ¿ya la probó?


[*] Un “prompt” es una secuencia de texto o imágenes que utiliza la IA como instrucción para generar, producir e interpretar una respuesta coherente y relevante.(Definición proporcionada por el propio ChatGPT).

[**] Las rúbricas de evaluación son matrices (tablas) donde están claramente definidos los criterios de evaluación a los que se someterán los trabajos de los alumnos, con lo cual se obtiene una evaluación más objetiva y más justa.


NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.
Fernando Ortega San Martín

Fernando Ortega San Martín Ingeniero metalúrgico e industrial

Consultor, conferencista e instructor internacional en Prospectiva y Estudios del Futuro. Chair del Nodo Perú de The Millennium Project. Actualmente, subdirector de Seguimiento y Evaluación del Concytec.

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