Tenemos que hacer frente a una nueva realidad. No solamente vivimos un contexto post-pandemia, sino un presente en el que las empresas más grandes son muy distintas a aquellas de hace dos décadas en donde estábamos rodeados de empresas que dependían de sus recursos físicos como los mobiliarios (edificios, maquinaria, infraestructura) para producir bienes. Las empresas del presente son mayormente tecnológicas, esto es, con una menor composición de activos físicos y más intensivas en capital tecnológico y conocimiento.
Estos cambios también se han visto en la educación, encargada de forjar a los líderes de las empresas en la actualidad, especialmente aquellos en las carreras de negocio. Las universidades cambian y adaptan sus currículos constantemente para adaptarse y preparar a sus estudiantes frente a las necesidades que exigen las empresas; sin embargo, el nivel de adaptabilidad es cada vez más dinámico y los cambios que se introducen en la era digital implican nuevos retos. Por ejemplo, el gerente de antes enfrentaba un desafío distinto al momento de maximizar utilidades, en donde los márgenes eran menores a causa de los altos costos de producción y mantenimiento. Este administrador se encargaba de buscar la minimización de costos, de inversiones redituables en los mercados locales, y se enfrentaban a la competencia que fácilmente podía replicar el producto que ofrecían.
Aunque en muchos casos el problema no ha cambiado en esencia, sí ha evolucionado y se ha vuelto más complejo en las empresas digitales y en todas las que han venido adoptando las nuevas tecnologías. No solamente las empresas pueden ofrecer servicios o vender productos en cualquier parte del mundo, sino que la estructura de capital también se viene adaptando a los flujos y a las distintas fuentes de ingresos que generan las empresas actuales. También la manera en la que operan las empresas internamente ha cambiado, pues la cooperación interdepartamental ha tomado un rol más determinante y, por otro lado, las decisiones requieren de mayor coordinación y del conocimiento entero de una organización. Por tanto, no solo hablamos de una educación que enseñe liderazgo, sino también humanidad, empatía, pensamiento estratégico e innovación.
Comparte esta noticia