Hace buen tiempo que venimos observando títulos como Good Capitalism, Bad Capitalism and the economics of growth and prosperity (W. Boumol, R. Litan, C. Schramm, 2007), The Price of Inequality: how today’s divided society endangers our future (J. Stiglitz, 2012), Capital in the Twenty-First Century (T. Piketty, 2014), Global Capitalism and the Crisis of Humanity (W. Robinson, 2014), El gran nivelador: violencia e historia de la desigualdad desde la edad de piedra hasta el siglo XXI (W. Scheidel, 2018), Megacapitalistas: la élite que domina el dinero y el mundo (P. Phillips, 2019), El mito del capitalismo: los monopolios y la muerte de la competencia (J. Tepper y D. Hearn, 2020), por citar algunos títulos que he identificado en mi biblioteca.
También es pertinente resaltar otros libros, como The World Is Flat: A brief history of the Twenty-First Century (T. Friedman, 2005), en el cual se hace mención a las diez fuerzas que, de alguna manera, habrían homogenizado (“flattened”) la actividad económica, empresarial y geopolítica a nivel global. Para tener una idea de lo influyente de esta publicación, estimo que fue tan impactante como el libro Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza (D. Acemoglu y J. Robinson, 2012). Thomas Friedman parecía ser una suerte de extensión de las tesis de Francis Fukuyama, una versión 2.0 de The End of History and the Last Man (F. Fukuyama, 1992).
La forma académica de abordar la aparente tensión entre Estado y mercado la podemos resumir en un cuadro que nos muestra Samuel Bowles en The New Economics of Inequality and Redistribution (2012):
En este marco, una de las críticas que se formulan sobre el capitalismo es la tendencia hacia la profundización de las posiciones oligopólicas en las industrias (tanto a nivel doméstico como en el escenario global), lo que redundaría en una tendencia hacia un mayor “markup” (brecha entre el precio de venta y el costo medio unitario), entre otros. Estas estructuras de mercado son ampliamente estudiadas por la asignatura de Organización Industrial en las escuelas de economía y negocios. En general, estas concentraciones en las industrias han sido canalizadas a través del incremento de las fusiones y adquisiciones (M&A), especialmente al inicio de la denominada cuarta hola de la globalización (inicios de los 90 del siglo pasado).
Otra de las críticas al capitalismo se refiere a los efectos sobre el mercado laboral (“Gig Economy”), que lo precariza y genera la proliferación de contratos de tercerización laboral, y no solamente en las actividades de apoyo en las empresas.
En la academia, las tendencias hacia estructuras de mercado que se alejaban de situaciones de libre competencia ya las habían identificado –entre otros– Paul Krugman (competencia monopolística) y Paul Romer en los 90, y más recientemente Marc Melitz a inicios del presente siglo (en mercado de comercio exterior norteamericano).
Sin embargo, sabemos que la mayor crítica sobre el capitalismo se enfoca en el impacto de estas estructuras empresariales y sectoriales sobre la distribución del ingreso en las sociedades (antes y después de impuestos). Una manera de analizar esta situación es a través del siguiente cuadro:
Lo curioso de los resultados de esta pregunta es que inicialmente se observa que los grupos participantes eligen mayoritariamente el país B. Cuando luego se dialoga sobre las consecuencias de estas decisiones, finalmente la mayoría tiende a elegir el país A: nadie desea ser “igualmente pobre”.
Esta lamentable pandemia ha hecho evidente la necesidad de contar con un “Estado eficiente” para tratar de minimizar los posibles costos máximos (tasa de crecimiento del PBI y niveles de mortalidad relativa). Pero también ha puesto en evidencia los ajustes sobre ciertas ramas de la actividad empresarial que –entre otras– hicieron uso del markup.
Reflexionemos sobre la gestión de nuestras sociedades en la pospandemia: no hay duda de que el capitalismo es un sistema económico que ha generado mucho bienestar en nuestras sociedades y que explica la disminución de los índices de pobreza en las sociedades que lo han adoptado. Sin embargo, no debemos olvidar el siguiente principio: tanto mercado cuanto sea posible y tanto Estado cuanto sea necesario.
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