
Informalidad, esa mayoría que no queremos ver. En el Perú solemos hablar de la informalidad como si fuera un pequeño grupo de gente que no quiere cumplir las reglas. Pero ¿qué pasaría si en vez de verla como un problema le diéramos paisana, paisano, una mirada positiva para aprovechar mejor su fuerza y versatilidad?
Para empezar, muchos nos oponemos a una informalidad que ni siquiera está bien definida. Así, la SUNAT dice que siete de cada diez peruanos son informales tributarios. El Ministerio de la Producción considera que casi 90% de empresas del país es informal. El Ministerio de Trabajo señala que el 75% de los trabajadores no tiene sueldo mínimo ni seguro. Y en nuestros estudios más del 50% de personas admite que su empresa no es formal. Pero lo interesante es que, en esa variedad de definiciones, todas muestran que los informales son la mayoría, y no la excepción en nuestra sociedad. Esa “informalidad” es paisano, paisana, su vecino, la casera del mercado, el mototaxista, su gasfitero y mucha gente con la que usted convive, incluyendo a su hijo que vende por WhatsApp, además de usted y yo, que somos informales cuando no aseguramos al guardián de la cuadra o compramos sin factura.
Siendo así, ¿no será hora de dejar de ver a la informalidad como un problema de pocos y empezar a verla como una oportunidad de muchos? Porque si esa informalidad es en parte incumplimiento de leyes y reglamentos, también es esfuerzo, creatividad y ganas de salir adelante ante la adversidad, buscando procurarse sustento sin depender del Estado. Si entendemos que ahí está el motor más grande del país, podremos construir sobre él para desarrollarnos todos.

¿Que eso no es factible? Hemos visto ya algo similar hace 30 años cuando desde Arellano Consultoría para Crecer hicimos evidente que Lima era la Ciudad de los Reyes, pero era más la ciudad de los Chávez y de los Quispe, esos 2 de cada 3 limeños que vivían en los conos, que eran dueños de sus casas y mucho más modernos de lo que se pensaba. Muchos nos miraron raro, pero pronto vieron la oportunidad de invertir y crecer allí. Y luego, cuando se mostró el potencial de las regiones, también cambió la actitud de quienes decían “hoy no atiendo provincias” y las convirtieron en prioridad para crear universidades, centros comerciales, supermercados y llevarles más productos y servicios.
Hoy tocaría entonces también reconocer, entender y respetar a la informalidad, para resolver sus grandes problemas, mejorarla y construir bienestar a partir de ella. Porque no habrá posibilidad de desarrollo si menospreciamos el trabajo de más de la mitad del país. ¿Cómo cree usted paisano, paisana, que podemos aprovechar mejor la inmensa fuerza de la informalidad?
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