En el Perú, los medios de comunicación informan a diario sobre casos de violencia contra las mujeres. En solo los primeros seis meses del 2019, ya se han registrado 80 víctimas de feminicidio. Y en los últimos cuatro años, han aumentado los propios feminicidios y naturalmente su cobertura mediática. Muchas veces, los relatos de esas muertes son narrados en televisión y otros medios con demasiado amarillismo y frecuencia. Esos minutos de crónica roja nos duelen. Pero, más importante aún, quizás estén incentivando a otros a cometer homicidios similares.
Hace diez años se publicó un estudio* que halló que la difusión de noticias en televisión pública y privada sobre cada caso de feminicidio en España incrementó el número de feminicidios en los siete días siguientes (siempre y cuando en los siete días anteriores no haya habido aumento). Luego de la difusión de estos casos, un feminicidio fue 32% más probable que en un día sin esta difusión. El estudio llegó a esta conclusión luego de analizar 340 de estas muertes y 3,733 noticias de televisión que cubrieron estos temas entre el 2003 y 2007. La difusión televisiva de casos de suicidio también tiene efectos similares sobre suicidas imitadores.
Los medios tienen la fuerza de transmitir mensajes que en ocasiones se convierten en factores de riesgo para determinadas conductas fatales. Y claramente, los medios no tienen la culpa de las muertes de mujeres.
Sin embargo, la prensa escrita y digital y la televisión sí tienen la responsabilidad por el exceso de cobertura de estos casos, su reiteración a toda hora del día y la forma en que narran estas muertes de mujeres: descripción innecesariamente detallada del asesinato, imágenes del arma, conteo del número de balazos o cuchillazos, retratos del dolor de los familiares, etc.
Al enunciarlos de esta forma, contribuyen a la construcción del feminicidio y del feminicida como una idealización de la fatalidad. Una imagen frente a la cual la gran mayoría mostraremos rechazo, pero frente a la que una minoría encontrará fascinación y otros, inspiración. En ellos, el consumo de noticias de feminicidio les proyecta aspectos en común y les ayuda a construir una identificación emocional asociada al asesino de decenas de titulares. Pero estos sujetos feminicidas imitadores, no tienen un perfil promedio. Suelen cargar con un historial delictivo y problemas de salud mental, aunque no es una descripción generalizable a todo feminicida.
La responsabilidad de los medios es inmensa y puede ser transformada en positivo. El mismo estudio reseñado líneas arriba halló que la difusión televisiva de noticias positivas redujo la probabilidad de feminicidios en días posteriores a su emisión. En base al mismo cuerpo de noticias durante el mismo periodo, el riesgo de feminicidio fue un 10% menor luego de la difusión por noticias sobre leyes sobre la materia, opinión de expertos y políticos, y manifestaciones que condenaron la violencia contra las mujeres.
Cierro con dos ideas. Primero, no es necesario difundir con exceso cada caso de feminicidio. No abandonemos la necesidad de informar, pero hay que hacerlo éticamente. Referencias existen, como el Decálogo para el Tratamiento Periodístico de la Violencia contra las Mujeres de Argentina. Segundo, los casos de feminicidios de imitadores pueden ser evitados por los mismos medios de comunicación solo si enfocan menos en la muerte y más en las soluciones. Es pedir poco para un posible gran efecto.
* Vives-Cases, C.; Torrubiano-Domínguez, J; Álvarez-Dardet, C (2009). The effect of television news items on intimate partner violence murders. European Journal of Public Health, 19(6), 592–596. Disponible en http://bit.ly/2J0JGvB
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