La pérdida de una madre es una situación impactante, no importa la edad que tenga cada hija. Mónica Vargas, doctora en psicología, comparte su investigación sobre cómo vivir el duelo en la adultez.
Afrontar la pérdida de una madre es uno de los mayores desafío de los hijos, indiferentemente de la edad. Incluso en la adultez, muchos no se sienten preparados para decirle adiós a la persona que los acompañó a lo largo de su vida. Tras su propia experiencia, Mónica Vargas, doctora en Psicología, comparte en su libro “Madres inmortales, hijas mortales” su investigación sobre cómo las mujeres adultas llevan su duelo.
En su texto, en el que resalta los testimonios de sus participantes, se analiza el estrecho vínculo de las madres y las hijas, así como la importancia de que se genere una autonomía de las hijas, también de sus madres en el aspecto emocional.
En medio de esta crisis sanitaria (por la COVID-19), muchas mujeres adultas han perdido a sus madres, con quienes compartían un vínculo muy estrecho, ¿Esto puede alargar más el proceso de duelo?
Yo pienso creo que sí porque el duelo como muchos pasajes de rito, que decimos los humanos cuando terminamos una etapa, los rituales ayudan mucho y lamentablemente la pandemia, aparte del dolor de la pérdida no te deja hacer esos rituales para proteger a la gente y se mueren solas, no pueden ir a los cementerios, es terrible.
¿Cómo impacta la pérdida de una madre cuando uno es adulto?
Cada etapa tiene sus vulnerabilidades. En la adultez se espera que los padres mueran ya mayores, porque es el ciclo vital, pero eso también hace que no haya un espacio para el duelo porque como ya les tocaba morir, no debemos sufrir. Creo que ahí hay un punto a tener en cuenta. Como dije antes, yo creo que igual está relacionado directamente con el vínculo que has tenido.
¿Cuál sería el primer paso para procesar el duelo?
Yo creo que el primer paso seria aceptar tu tristeza. También el entorno, que te pueda sostener. Creo que los rituales ayudan, el mismo velorio, llevar flores, todas esas cosas, incluso para la gente católica, ir a la misa del mes, son rituales que ayudan. Es difícil sin rituales.
Vas a pasar por etapas, las del duelo: la rabia, la negación, una tristeza muy fuerte hasta que viene la aceptación. Supuestamente los seres humanos estamos preparados para superar el duelo porque sino nos quedaríamos en el dolor. Hay que saber que va a venir una etapa de tristeza, saber vivirla, porque va a tomar tiempo también. Confiar que esto también pasará.
¿A qué se refiere el concepto de autonomía que presentas en el libro?
Yo llamo a la madre de esta investigación como “Madre Aquileica” (denominada así por Aquiles) y desarrollo ese concepto. Son madres que protegen a sus hijas en todo lo que pueden, les dan autoestima, son autónomas, trabajan, pero hay un lado vulnerable que es el que la madre ha cubierto siempre. Creo que esas madres han actuado como prótesis: si te faltaba algo, ahí estaban.
¿En qué se pueden asemejar los procesos de duelo de los testimonios presentados en el libro?
Estas hijas hacen un duelo prolongado, que por su intensidad y duración exceden al del proceso regular. […] Se sienten huérfanas. SI bien en realidad todos los testimonios eran diferentes, había un común denominador en el vínculo y en el duelo.
¿Cuán importante es el apoyo psicológico?
Para mí es bien importante . En mi experiencia, me sirvió muchísimo. Dentro de mis entrevistadas, (el apoyo psicológico) también. Algunas hablaron con un sacerdote, pero tienes que hablar con alguien.
Tiene que tener una escucha un poco más profesional.
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