De su debut novelesco, su inclusión entre los 25 mejores narradores de la revista Granta, Pablo Neruda y más cosas charló la escritora Paulina Flores (Chile) con RPP Noticias.
"Isla Decepción" (Seix Barral), la primera novela de la escritora Paulina Flores (Chile, 1988), cruza los destinos de tres personajes: Miguel, un hombre de edad madura que durante una de sus pescas eventuales en un pueblo de la Patagonia chilena rescata de las aguas a Lee, un náufrago de nacionalidad coreana que ha podido escapar de un régimen de esclavitud a bordo de un barco-factoría. A esta situación no demora en sumarse Marcela, hija del pescador, que huye de Santiago de Chile tras una ruptura con su novio.
Las interrelaciones y los recuerdos del pasado de esta terna componen el nuevo libro de la autora chilena, quien tras darse a conocer en 2015 con su libro de cuentos "Qué vergüenza", ganó el Premio Roberto Bolaño y fue incluida entre los 25 mejores narradores de la lengua española por la prestigiosa revista Granta. "Escribí la novela entre los 25 y 30 años, y también hubo un cambio en mí, y creo que todo está reflejado en sus páginas", sostuvo la narradora para RPP Noticias.
Para ser tu primera incursión en la novela, ¿cómo estuvo el camino hasta llegar a la última página? ¿Hubo indecisiones, una seguridad a prueba de fuego o fue, más bien, como bracear a contracorriente todo el tiempo?
Hubo mucha indecisión. No sabía cómo se escribía una novela y tampoco tenía idea cómo iba a ser el final ni el medio. Lo fui descubriendo en el propio camino. Una de las cosas que no quería era confirmar hipótesis ni nada, sino hacerme todo el tiempo preguntas, a veces intentaba resolverlas, pero el camino de la novela se transformó en un camino. Es una novela de aventuras, los personajes van escapando... pero fue una decisión por la indecisión. No quería trabajar el argumento y la estructura desde algo preconcebido, sino que quería trabajar con el proceso creativo mismo que me iba cambiando la forma en escribirla. O cómo la historia que iba descubriendo iba cambiando mi forma de escritura. No quería aferrarme a principios eternos ni cosas muy concretas, sino ir de brazada en brazada, como el mar mismo.
Corea, un referente en la ficción
Has contado que el disparador de "Isla Decepción" fue la lectura de un reportaje escrito por el periodista chileno Rodrigo Fluxá sobre cuatro tripulantes que se lanzan al mar. ¿Te suelen llegar así las historias, de maneras muy azarosas?
Sí, a veces. Hay algo muy misterioso en cómo llega una historia. En esa época quería escribir sobre escapar, huir, una cosa temática que tenía en mi cabeza. Siempre guardo noticias extrañas, entonces jugaba muy bien con esa idea, pero también supongo porque la novela habla de cuestiones latentes como la migración, de estos barcos-factoría que tienen estas condiciones casi esclavistas. Esto pasa en otras industrias, como la moda, a lo 'fast-fashion', o a la vuelta de la esquina con Glovo o Uber Eats, donde hay gente migrante que recibe malos tratos. Se parece mucho al altamar ese tipo de industria.
La escritura de la novela, tengo entendido, incluyó investigaciones previas acerca de las mafias que explotan marineros.
Son agencias de verdad, existen, incluso hay una cadena norteamericana de comida asiática muy famosa. Porque la ruta de origen de esta producción se pierde, es muy larga. Funcionan como mafias, pero todo es bastante real en términos de que estas cosas llegan al plato de alguien. No es alguien que trabaja en una mafia, sino somos nosotros, consumidores de calamares a precios baratos.
Y también hiciste un viaje a Corea del Sur.
Fui a presentar "Qué vergüenza" a China, y ya estaba escribiendo la novela. Entonces cómo no iba a ir a Corea, me gusta mucho la cultura coreana, el cine, así que me compré unos pasajes y me fui allá. Estuve en Seúl, y también fui a Busan, me metí a los puertos y a los barcos.
¿Con qué situaciones reveladoras te encontraste que decidiste incluirlas en tu ficción?
Un montón. Hice muchas entrevistas a marineros mercantes. Muchas de las cosas, como de la realidad ordinaria que me contaban, las utilicé en términos ficcionales. La idea del encierro, de cómo encuentran humanidad en los lugares más horribles a partir de los afectos o a través del humor. Una forma digna de ser en el mundo.
El arte de la fuga
Contar historias sobre explotaciones de este tipo vienen acompañadas de un tono de denuncia que parecieran inevitables. ¿Te interesa politizar tu literatura en ese sentido: levantar señalamientos a sistemas de opresión al mismo tiempo que relatas una historia?
No sé, no voy a hacer como estrictamente una sola cosa, sino una escritura que mezcla muchas cosas. Si me vieras cómo ando vestida ahora, es muy ecléctico todo: rojo, azul, muchos colores. Yo creo que no me voy a definir nunca. Pero, evidentemente, vivo en este mundo y me interesa no decirle a la gente lo que deba pensar sobre el mundo, sino decir que hay que estar conscientes de este mundo. No quiero que la gente piense nada, solo estoy diciendo que este es el mundo en el que vivimos, estas cosas pasan. El resto lo hace el lector.
La huida vendría a ser el gran tema de tu novela. Lee escapa de un sistema casi de esclavitud, mientras que Marcela se fuga de una relación. El único que no parece estar huyendo es Miguel. ¿O me equivoco?
Miguel ya no huye porque está, literalmente, en el fin del mundo. Es una forma estática de huir. Él podría estar en otro lado, pero está ahí. Es como un estilo de vida, una forma más constante de huir. No está huyendo, pero está aislado y ha huido. Y después los tres tienen que seguir escapando, incluso el fin del mundo se transforma en un espacio donde pueden ser encontrados. La novela habla un poco de eso: cómo es tan difícil encontrar un lugar donde no haya pasado el ser humano y haya dejado una botella de plástico ahí en medio.
Unidas a la huida están las segundas oportunidades. Todos parecen estar esperando algo más de la vida. ¿Consideras que, pese a las sombras de tus personajes, hay en "Isla Decepción" lugar para un futuro más luminoso?
No sé si lo diría así. Ellos tienen la experiencia, vivieron algo juntos que fue importante. No sé si significa una promesa a futuro; significa que nadie se los puede quitar. No sé si es optimista o no, pero es lo único que puedo decir. No sé qué vaya a ser de Lee o de Marcela, si su vida mejora, pero hay algo que nadie les puede quitar: tuvieron esa experiencia y ese vínculo. Y ser conscientes de ese presente es importante.
Sobre la revista Granta y Pablo Neruda
Fuiste incluida en la lista de los 25 mejores narradores latinoamericanos de la revista Granta. Tus colegas, evidentemente, tienen propuestas distintas, pero ¿has tenido oportunidad de leer a alguno de ellos? ¿Encuentras miradas equivalentes, preocupaciones literarias similares?
Sí, creo que una de las características que tiene el libro [de la revista Granta] es que es muy ecléctico, casi equizoide, todas las voces son distintas y diversas. Hay diversidad de color, temas, mucho humor. En cada escritor se nota mucho de dónde viene, cuál es su origen. Ante shabía una cosa medio estándar en el lenguaje, el español correcto, y ahora eso ya no importa. Mientras más diversidad, más riqueza.
Hace poco se cumplieron 50 años del Nobel a Pablo Neruda. ¿Sigue siendo relevante para tu generación su poesía? ¿O ha quedado relegada frente a los episodios oscuros que han ido saliendo de su vida?
Ha sido cancelado también por algunas cosas que se han ido encontrando en sus libros, como machismo, violación en un caso. Yo reconozco a Neruda como un poeta importante, me gustan algunas de sus obras, casi un poeta fundamental para mí en términos de gusto. A la Gabriela Mistral la estoy leyendo constantemente. Una de las cosas buenas de que hayan estos cambios es que uno empieza a leer escrituras que habían quedado al margen en esa época y ahora pueden tener un espacio.
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