El locutor y animador peruano falleció a los 86 años, producto de un paro cardíaco, informó una fuente médica. Fue una de las figuras de la radiofonía argentina.
El locutor y animador peruano Hugo Guerrero Marthineitz, una de las figuras de la radiofonía argentina, murió este sábado a los 86 años en un hospital público de Buenos Aires, producto de un paro cardíaco, informó una fuente médica.
Los restos del locutor, que murió en la pobreza, serán sepultados el domingo en un cementerio de Buenos Aires, donde vivió desde 1955 y donde desarrolló la mayor parte de su carrera.
Guerrero Marthineitz, que se había apodado a sí mismo "el peruano parlanchín" había comenzado su carrera en Perú, donde nació en 1924, y trabajó en Chile y Uruguay pero logró su consagración en Argentina.
Fue el primero en incorporar los llamados de oyentes en vivo en la radio argentina, donde condujo exitosos programas como "El show del minuto", "El club de los discómanos", "Splendid Show" y "Reencuentros".
En 1984, hizo el ciclo televisivo "A solas" en el que entrevistaba a celebridades.
Fue además autor de como "De hastío, los gatos y los días" (1976) y "Pasto de sueños" (1996). Pese a su carrera exitosa, terminó su vida al borde de la indigencia y sin techo.
En julio había sido internado en un neuropsiquiátrico por su delicado estado físico y mental.
Los restos del locutor, que murió en la pobreza, serán sepultados el domingo en un cementerio de Buenos Aires, donde vivió desde 1955 y donde desarrolló la mayor parte de su carrera.
Guerrero Marthineitz, que se había apodado a sí mismo "el peruano parlanchín" había comenzado su carrera en Perú, donde nació en 1924, y trabajó en Chile y Uruguay pero logró su consagración en Argentina.
Fue el primero en incorporar los llamados de oyentes en vivo en la radio argentina, donde condujo exitosos programas como "El show del minuto", "El club de los discómanos", "Splendid Show" y "Reencuentros".
En 1984, hizo el ciclo televisivo "A solas" en el que entrevistaba a celebridades.
Fue además autor de como "De hastío, los gatos y los días" (1976) y "Pasto de sueños" (1996). Pese a su carrera exitosa, terminó su vida al borde de la indigencia y sin techo.
En julio había sido internado en un neuropsiquiátrico por su delicado estado físico y mental.
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