La promoción de los picarones como un tradicional dulce chileno, ha traído una oleada de protesta no solo en las redes sociales, sino también en círculos vinculados a la gastronomía peruana.
¿Cómo llegaron los picarones a Chile? Varias publicaciones de ese país coinciden con la “importación” del dulce, desde el Perú, cuando el ejército libertador de Don José de San Martín llegó a Lima en su cruzada de independencia.
Según el escritor Justo Abel Rosales (1855-1896), autor de “La negra Rosalía, o, el club de los picarones” adjudica a una negra del barrio de Malambo la popularización de los picarones en Santiago.
Rosales cuenta que los soldados chilenos eran asiduos comensales de los picarones de Rosalía Hermosilla, o simplemente “La negra Rosalía”, a quien le disgustaba que llamaran “buñuelos” a su postre y respondía socarronamente: “Nada de buñuelos ni briñuelos. Estos pajaritos son picarones porque los muy bellacos, cuando están enojados o calientes, pican fuerte, pero cuando se les ha pasado el enojo y quedan tibiecitos, no hay en el mundo nada más agradable, dulce y sabroso. Son como el beso de una morena enamorada, de ojos chispeantes como mi sartén y de corazón de fuego como este brasero.”
Para unos, La Negra Rosalía llegó a Santiago, enamorada de un soldado chileno y popularizó el dulce, para otros, como Hernán Eyzaguirre León, ella nació en Chile (Aconcagua) y fue llevada a los cuatro años a Lima y que estaba casada con el peruano Pedro Olivo, donde vendía sus picarones.
Sea como fuere, los chilenos admiten que los picarones fueron popularizados en su país, por esta morena que ya los vendía en Malambo, a donde acudían a comer los miembros del ejército de don José de San Martín.
En Perú, sabemos que este postre tiene sus orígenes en el virreinato y que es el resultado de la fusión de los buñuelos españoles (con harina de trigo) y el camote y zapallo de la culinaria inca.
Los afrodescendientes lo ofrecían durante las procesiones del Señor de los Milagros, una tradición que data del siglo XVII y que han sido registradas en las acuarelas de 1807 del pintor Pancho Fierro y que son recogidas en las tradiciones de don Ricardo Palma.
Comparte esta noticia