Una historia bien filmada y con ritmo a la que sin embargo le falta un mayor efectismo en la planificación y un esquema menos ascendente de su desarrollo.
Como ha dicho su protagonista, Tom Hanks, las conspiraciones son un gran negocio y sobre ese éxito casi asegurado se ha construido la versión cinematográfica de "Ángeles y demonios", tan irreal y excesiva como el libro de Dan Brown pero con un buen pulso del espectáculo.
Tras el taquillazo que supuso en 2006 "El Código Da Vinci" (segunda película en recaudación del año tras "Piratas del Caribe", con 758 millones de dólares para un presupuesto de 125) Ron Howard se ha vuelto a poner tras la cámara para adaptar de nuevo a Brown y con Hanks repitiendo personaje.
Aunque no se trata de una secuela (la acción se sitúa antes de la del Código) lo cierto es que la película se ve lastrada por una sensación de "déjà vu" ya que los elementos se repiten.
Hanks recupera el personaje del profesor Langdon, que demuestra de nuevo su erudición como experto en simbología religiosa para dar en las narices a la policía italiana, la vaticana, el clero y todo aquel que ose tratar de demostrar que sabe más que él.
Respecto al Código, Hanks ha perdido aquella imposible melena que lucía; ha cambiado a la francesa Audrey Tatou por la israelí Ayelet Zurer; se ha trasladado de París a Roma y ha pasado de descubrir los supuestos amoríos de Jesús de Nazareth y María Magdalena a ayudar al Vaticano a acabar con los "Illuminatti".
Pocas novedades para una película que esconde pocas sorpresas en su desarrollo y que no se ha beneficiado de las críticas del Vaticano, que en la ocasión anterior sirvieron de vehículo publicitario de lujo pero que esta vez no han pasado de presiones en el rodaje, según Howard.
Unas presiones que impidieron al director realizar un rodaje libre en Roma y que se nota en el resultado final, en el que los paseos por la Ciudad Eterna son mucho menos espectaculares de lo que se prometía y en la que los grandes planos multitudinarios han tenido que dejar paso a medios y cortos en los que el escenario real apenas se aprovecha.
Sí es espectacular la recreación que se ha hecho de la plaza de San Pedro y de la Capilla Sixtina, a lo que ayudan los visualmente atractivos ritos católicos, especialmente porque la historia se sitúa en el momento en el que los cardenales deben elegir un nuevo Papa.
Una historia bien filmada y con ritmo a la que sin embargo le falta un mayor efectismo en la planificación y un esquema menos ascendente de su desarrollo.
Tras 140 minutos de metraje, la sensación es de agotamiento físico por tantas carreras, tanto ultimátum y tanto ir y venir de las cámaras alrededor de los protagonistas.
Seguro que gustará a los que disfrutaron del Código y a aquellos que sean capaces de ignorar las tremendas incongruencias del guión, que repite a pies juntillas los del libro en que se basa.
"Ángeles y demonios" tiene difícil alcanzar la recaudación de "El Código Da Vinci" aunque a nada que salga bien seguro que Dan Brown se saca otra historia de la chistera y tendremos una tercera no-secuela del personaje de Langdon.
El filme se estrena esta semana en todo el mundo, con la excepción de México, a cuyas pantallas llegará el próximo mes de junio.
-EFE-
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