Pero ¿por qué a una determinada edad los hijos prefieren contarle sus cuitas a su mejor amigo o amiga que a sus padres?, ¿en qué momento se quiebra esa amistad y confidencia natural de la infancia?
En la actualidad, como producto de la modernidad y las nuevas tendencias, todo avanza a un ritmo vertiginoso, y las costumbres y modelos sociales que nuestros padres y madres heredaron de los suyos, también están cambiando.
Ahora hay un deseo desde los padres en “ser más amigos de sus hijos e hijas”; la verticalidad que daba la jerarquía social de los mayores se vuelve hoy en relaciones horizontales como una forma de eliminar la imagen del ser omnipotente que imponía su autoridad a base del temor y no del respeto.
Especialistas e investigadores en el tema señalan que la amistad, en el sentido estricto de la palabra, no puede darse entre padres e hijos. El hijo, en diversas etapas de su vida puede confiarle sus problemas o experiencias íntimas a su padre o a su madre, pero esto no suele ocurrir a la inversa, pues al no ser pares no están en la capacidad de comprender y asimilar los problemas de los adultos. Lo que no quita que no haya amistad y camaradería entre ellos.
Pero ¿por qué a una determinada edad los hijos prefieren contarle sus cuitas a su mejor amigo o amiga que a sus padres?, ¿en qué momento se quiebra esa amistad y confidencia natural de la infancia?
A medida que el niño o la niña van creciendo, los padres se vuelven más vigilantes de sus actos, hay más control y restricciones que los chicos y chicas sienten como una invasión a su libertad.
El paso por la escuela, la interacción con otros jóvenes de su edad, las primeras salidas solos, el primer amor, las primeras decepciones o frustraciones en su vida, entre otros, serán factores en la vida del adolescente que por no sentirse criticado o “sermoneado” preferirán contárselo a alguien de su edad.
¿Pierden autoridad los padres y madres al relacionarse con sus hijos e hijas como mejores amigos? Es necesario precisar que mientras están pequeños, los hijos ven a sus padres como sabios y todopoderosos, y durante la adolescencia como personas dignas de toda admiración.
Mantener ese modelo a lo largo de su vida fomentará en ellos un sentimiento de veneración, confianza y gratitud hacia sus padres y madres, que más adelante se traducirá en una profunda y perdurable amistad.
La reflexión a todo esto es quizás que los padres y madres sepan adecuarse al mundo de los adolescentes, respetar sus espacios, escucharlos sin juzgar, dejar que se equivoquen, aceptar sus opiniones, saber cuándo aplicarles un castigo, y no ser solamente personas útiles que cubren las necesidades materiales, sino ser capaces de llenar los vacíos (sin invadir) que el alma de su hijo o hija necesita en ese momento.
Finalmente, ser amigo de un hijo o hija adolescente es difícil, pero no imposible, pese a la diversidad de intereses y formas de pensamiento. La amistad no es algo innato, hay que saber conquistarla y mantenerla, y para ello se necesita de tiempo de crecimiento y confianza.
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Producción y redacción de textos: Amelia Villanueva Ramirez
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