´El Dr. Maestre contesta´, secuencia del consultorio libre para que formules aquellas consultas sobre pareja y sexualidad que no pudiste a hacer en su momento en Era tabú.
En situaciones de pérdida afectiva, como por ejemplo la muerte de un familiar querido o la ruptura de una relación de pareja muy significativa, la naturaleza nos imprime una resignación obligatoria para que no malgastemos nuestra energía vital esperando un imposible. Como si nos dijera: “¡Ya no insistas, se fue!”.
El duelo es la manera natural en que nos despojamos de toda esperanza para aceptar los hechos y hacer que el principio de realidad se imponga sobre el principio del placer.
El duelo no elaborado, mal procesado o interrumpido, ocurre cuando los sujetos se resisten a entrar en la sana desesperación (“Ya nada puede hacerse”) y apelan a una especie de momificación psicológica de la persona ausente.
El duelo es una respuesta no aprendida, normal y útil, que posee, al menos, cuatro fases. Se calcula que puede durar de seis meses a un año, dependiendo de la cultura y la historia previa del sujeto.
Primera etapa: hay un embotamiento de la sensibilidad, el sujeto se siente aturdido e incapaz de entender lo ocurrido (puede durar horas o semanas). Sin embargo, algunos deudos se quedan inmovilizados en este punto; el aturdimiento se transforma en insensibilidad y reaccionan como si nada hubiera pasado, cuando en realidad están destrozados por dentro. Esta suspensión del procesamiento emocional se denomina ausencia de aflicción consciente y cuando ocurre, se requiere de ayuda profesional.
Segunda etapa: la persona no acepta que la pérdida sea permanente. Pueden aparecer manifestaciones como llanto, congoja, insomnio, pensamientos obsesivos, sensaciones de presencia de la persona ausente, cólera y rabia. Es una etapa de ansiedad y desesperación, en la cual el sujeto no quiere darse por vencido (puede durar de dos a tres meses).
Tercera etapa: pese al dolor, el sujeto acepta la pérdida. Ve las cosas como son y obviamente se agudiza la tristeza (puede durar entre dos y tres meses). Si la persona se queda en esta etapa, sobreviene la depresión y con ella un trastorno conocido como duelo crónico o trastorno de adaptación, que requiere de ayuda profesional.
Cuarta etapa: empieza la fase de reorganización, donde se comienza a renunciar de manera definitiva a la esperanza y el individuo recupera la iniciativa y las ganas de vivir. Aquí se comienzan a estructurar los nuevos roles. Aquí es cuando los viejos regalos, las cartas de amor y las canciones se hacen definitivamente a un lado.
Es importante que las personas no se queden estancadas en ninguna de las fases ni las pasen por alto; pero ¿qué ocurre cuando aparece alguien sin haber completado la etapa de duelo? No hay que apresurarse. Si es alguien que vale la pena, hay que ir despacio, no es necesario aferrarse emocionalmente de un día para otro.
Una buena compañía, un soporte afectivo, puede ayudar a fluir mejor y sufrir menos; pero si se precipitan las cosas, ya sea porque hay una necesidad de sentirse amada(o) o porque no pueden soportar el dolor de la pérdida, o simplemente solo piensas en vengarte, habrán dos clavos en vez de uno, o el mismo de siempre, pero más hondo.
Llegará el momento en que el ex aparecerá solo en recuerdos, sin tanto dolor, y entonces será la señal para volver a amar nuevamente, mucho mejor y en paz.
Tomado de: “Manual para no morir de amor. Principios de supervivencia afectiva”, de Walter Riso.
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Producción: Amelia Villanueva Ramirez
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