Asimismo se impuso un toque de queda con el objetivo de frenar los saqueos y la proliferación de otros delitos.
Las autoridades filipinas declararon este lunes el estado de emergencia en la ciudad de Tacloban en la isla de Leyte, unos 580 kilómetros al sureste de Manila, donde según cálculos de la gobernación provincial podrían haber muerto unas 10.000 personas.
En la zona también se ha impuesto el toque de queda para todos los residentes con el objetivo de frenar los saqueos y la proliferación de otros delitos después de que la ciudad, capital provincial, quedara "fuera de la ley" tras el paso del tifón Haiyán el pasado viernes.
"La gente iba a supermercados, tiendas, farmacias... Básicamente se llevaban todo lo que podía, porque no había ningún tipo de ley ni orden, y ellos necesitaban la comida y el agua", comentó a Efe Lynette Lim, cooperante de la ONG Save the Children, quien vivió el caos que se desató en la ciudad cuando llegó el tifón.
Medios locales han reportado de los continuos saqueos que pandillas de supervivientes arramplan de manera organizada con todos los efectos de provecho que encuentran en supermercados, desde comida y agua potable a lavadoras y televisiones, o turbas desesperadas que atacaron un convoy de la Cruz Roja con un cargamento de ayuda.
El portavoz de Defensa Civil, Reynaldo Balido, declaró que el restablecimiento del orden en Tacloban y otras áreas es una de las "principales prioridades".
"Ya hemos enviado un número sustancial (de fuerzas)... si es necesario se enviarán más aún", dijo Balido en una entrevista con el canal de televisión local "ABS-CBN".
La Policía Nacional de Filipinas indicó que se han enviado 469 efectivos de refuerzo, de los cuales 169 forman parte de las Fuerzas de Acción Especial de Filipinas, para asegurar la paz y el orden en la región, reporta el canal "GMA".
El portavoz del Ejército filipino, Ramón Zagala, también comentó que 100 soldados de apoyo fueron enviados a la ciudad devastada para ayudar a la Policía, mientras un destacamento de 4.000 efectivos espera órdenes en una base de la vecina isla de Samar, también severamente afectada por el paso del tifón.
La falta de víveres de primera necesidad ha hecho que la situación en la población sea insostenible, a la par que miles de personas buscan y ruegan por un asiento en los helicópteros militares para abandonar la ciudad.
Los equipos de rescate todavía no han conseguido desplegarse por completo a lo largo de la isla, por lo que aún quedan muchas zonas incomunicadas de las que se desconoce la situación real.
Mientras las cifras extraoficiales y los reportes de campo hablan de decenas de miles de víctimas mortales en la isla de Leyte donde el Consejo para la Gestión y Reducción de Desastres prosigue con el lento recuento oficial de fallecidos.
El último informe del organismo gubernamental filipino cifra los muertos por el tifón en todo el país en 255, con 71 heridos y 38 desaparecidos, y asciende el número de afectados en casi 9,7 millones de personas y 615.000 desplazados, de los cuales 433.000 se encuentran alojados en los 1.444 centros de evacuación.
Antes de la llegada de este último tifón a Filipinas, el vigesimocuarto del año, los meteorólogos habían advertido que podría tener un efecto devastador mayor que el tifón Bopha, que en 2012 causó cerca de un millar de muertos.
La deforestación, la proliferación de yacimientos mineros ilegales, la escasez de infraestructuras y el chabolismo incrementan los efectos devastadores de las lluvias y los frecuentes tifones que afectan Filipinas durante la época del monzón.
Tras arrasar el centro de Filipinas, "Haiyan" entró de madrugada en el norte de Vietnam, donde las autoridades evacuaron unas 600.000 personas, y se desplaza hacia el sur de China donde se espera que llegue esta tarde debilitado como tormenta tropical.
EFE
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