Desde hace tres días numerosos cadáveres yacen apilados en las aceras de las calles, descompuestos y cubiertos de moscas, en medio de un hedor insoportable.
Cada cinco minutos, un vehículo llega a las puertas del cementerio de Puerto Príncipe y arroja un cuerpo a la fosa común que las autoridades cavaron el viernes en un intento vano de limpiar las calles de los cientos de cadáveres que comienzan a descomponerse ante el espanto de los haitianos.
"Hemos perdido cualquier dignidad ante la muerte", afirma Mezen Dieu Justi, un anciano que apenas soporta las náuseas y las lágrimas al pasar ante esta sórdida escena.
Tres días después del sismo que devastó la capital haitiana y dejó un saldo de decenas de miles de muertos, la procesión de vehículos hacia el cementerio es continua.
"¡Era mi padre, mi santo padre!", grita una joven, antes de desmayarse ante la visión de la fosa común.
Una mujer, como poseída, baja descontrolada a la fosa común y asegura sentirse más segura si se queda entre los muertos, mientras decenas de personas intentan obligarla a subir.
"Ha perdido el juicio. La muerte nos está volviendo locos", comenta tristemente el familiar de uno de los cadáveres que acaban de ser transportados.
"Hacía tres días que teníamos a mi hermana muerta en casa. Al final la trajimos aquí.
Perdimos la esperanza de darle un entierro digno, un ataúd, la bendición de un sacerdote", solloza Florence, una profesora de 40 años.
La muerte, presentada de la manera más cruda y despiadada, inunda irremediablemente las calles de Puerto Príncipe.
Los trabajos de los equipos de rescate extranjeros son ínfimos comparados con la magnitud del desastre.
En una carrera contrarreloj, los contingentes extranjeros se preocupan en prioridad de las personas que pudieran estar vivas bajo los escombros y los responsables de la morgue aseguran no tener los medios suficientes para transportar los cuerpos.
Algunas excavadoras extranjeras retiran cadáveres mezclados con escombros y los transportan en camiones, sin identificarlos, hacia fosas comunes cercanas.
Los familiares aguardan pacientemente el trabajo de las palas para ver si reconocen o ven aparecer a alguno de sus seres queridos en medio de las ruinas.
"La verdad es que no sabemos qué hacer con los muertos", confiesa Joseph Tihaly, haitiano voluntario que coordina la entrega y recogida de cadáveres abandonados en la morgue del hospital general.
Según este joven estudiante, numerosas familias vienen a buscar a sus seres queridos pero una gran parte de los cuerpos nunca serán retirados ni identificados.
En un rincón de la morgue, un haitiano termina de ajustar los clavos de un improvisado ataúd de madera en el que ha metido el cuerpo de su hermano.
"Voy a intentar llevarlo a nuestro pueblo, para enterrarlo allá", explica.
Al menos dos fosas comunes se habilitaron en dos puntos de la ciudad para que las familias dejen a sus seres queridos fallecidos.
Si conoces a algún peruano desaparecido en Haití sube información, fotos, y videos en Reportero W para que juntos podamos ayudar a sus familias a encontrarlos.
http://www.reporterow.com/comision.php?idcomision=18
"Hemos perdido cualquier dignidad ante la muerte", afirma Mezen Dieu Justi, un anciano que apenas soporta las náuseas y las lágrimas al pasar ante esta sórdida escena.
Tres días después del sismo que devastó la capital haitiana y dejó un saldo de decenas de miles de muertos, la procesión de vehículos hacia el cementerio es continua.
"¡Era mi padre, mi santo padre!", grita una joven, antes de desmayarse ante la visión de la fosa común.
Una mujer, como poseída, baja descontrolada a la fosa común y asegura sentirse más segura si se queda entre los muertos, mientras decenas de personas intentan obligarla a subir.
"Ha perdido el juicio. La muerte nos está volviendo locos", comenta tristemente el familiar de uno de los cadáveres que acaban de ser transportados.
"Hacía tres días que teníamos a mi hermana muerta en casa. Al final la trajimos aquí.
Perdimos la esperanza de darle un entierro digno, un ataúd, la bendición de un sacerdote", solloza Florence, una profesora de 40 años.
La muerte, presentada de la manera más cruda y despiadada, inunda irremediablemente las calles de Puerto Príncipe.
Los trabajos de los equipos de rescate extranjeros son ínfimos comparados con la magnitud del desastre.
En una carrera contrarreloj, los contingentes extranjeros se preocupan en prioridad de las personas que pudieran estar vivas bajo los escombros y los responsables de la morgue aseguran no tener los medios suficientes para transportar los cuerpos.
Algunas excavadoras extranjeras retiran cadáveres mezclados con escombros y los transportan en camiones, sin identificarlos, hacia fosas comunes cercanas.
Los familiares aguardan pacientemente el trabajo de las palas para ver si reconocen o ven aparecer a alguno de sus seres queridos en medio de las ruinas.
"La verdad es que no sabemos qué hacer con los muertos", confiesa Joseph Tihaly, haitiano voluntario que coordina la entrega y recogida de cadáveres abandonados en la morgue del hospital general.
Según este joven estudiante, numerosas familias vienen a buscar a sus seres queridos pero una gran parte de los cuerpos nunca serán retirados ni identificados.
En un rincón de la morgue, un haitiano termina de ajustar los clavos de un improvisado ataúd de madera en el que ha metido el cuerpo de su hermano.
"Voy a intentar llevarlo a nuestro pueblo, para enterrarlo allá", explica.
Al menos dos fosas comunes se habilitaron en dos puntos de la ciudad para que las familias dejen a sus seres queridos fallecidos.
Si conoces a algún peruano desaparecido en Haití sube información, fotos, y videos en Reportero W para que juntos podamos ayudar a sus familias a encontrarlos.
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