El Padre Clemente Sobrado señala que en la vida y en el mundo hay demasiadas sombras y oscuridades y alguien tiene que ser ´luz´ para que otros puedan ver.
Evangelio según San Mateo en el capítulo 5, versículos del 13 al 16:
Dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Reflexión del P. Clemente Sobrado:
El Evangelio nos sitúa entre la luz del sol que alumbra e ilumina y la cocina. Parece que Jesús también sabía algo de cocina y no le gustaban las comidas sin sal. Y me supongo que más de una vez fue testigo de cómo su Mamá María echaba la sal a los pucheros.
Y como a él le encanta hablar desde las realidades de la vida, hoy nos hace una llamada bonita: “Vosotros sois la sal de la tierra”. “Vosotros sois la luz del mundo”. Entre la sal y la luz anda hoy la cosa. Dos imágenes bien gráficas y bonitas para expresar la misión y el sentido de la vida del creyente en el mundo. Y por lo demás, bien actuales.
¿Quién no conoce la sal y la función de la misma? Da sabor, da gusto a la comida. Por algo decimos cuando alguien en sonso y aburrido: éste en “un sin sal”. Sólo que a nosotros no nos dicen que seamos sal para la comida sino “sal para el mundo”. No es lo mismo darle gusto y sabor a la comida que darla gusto y sabor a la vida, y al mundo.
Frente a un mundo desalado y que carece de sentido, alguien tiene que darle al mundo algo sabroso, algo que dé gusto vivir en él.
Cuando llegué a estas benditas tierras mi apellido de “Sobrado” les sonaba un tanto extraño, y tenía una viejecita que cada vez que pasaba delante de mi confesionario me saludaba diciendo: “¿Cómo está, padre Sabroso?” Yo le respondía “sabrosísimo”.
Ser sal es darle sabor a la vida, una vida que uno la vive gozoso y feliz y siente ganas de vivir. Y esta es nuestra misión de cristianos. Hacer que la vida tenga sentido, y la gente viva a gusto.
¿Y quién no conoce lo que es la luz? Posiblemente una de las cosas que más nos fastidia es cuando sufrimos un apagón o simplemente se nos fue un fusible. Acostumbrados a la luz, ya no sabemos vivir a la luz de una vela o un candil. Y esta es la misión también del cristiano y de la Iglesia. Iluminar, alumbrar.
¿Recuerdan a aquel ciego que durante la noche caminaba con una linterna encendida? Alguien le preguntó: ¿Por qué llevaba la linterna si él no veía? La respuesta fue linda: Pero así puedo hacer que usted vea mejor el camino. En la vida y en el mundo hay demasiadas sombras y oscuridades. Y alguien tiene que ser luz para que otros puedan ver. Si dejamos de alumbrar ¿qué sentido tiene nuestra fe?
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