Estrés, depresión y ansiedad son algunos de los efectos que ocasionó el distanciamiento físico obligatorio para disminuir los contagios de la COVID-19
Se repite una y otra vez: si no debes salir por obligación, quédate en casa. Para los expertos en salud esta es la forma más segura para protegernos mientras los científicos continúan en la búsqueda de una vacuna contra la COVID-19. El distanciamiento físico se ha convertido en una práctica obligatoria para preservar la salud, además de un ejercicio de responsabilidad social que estamos llamados a cumplir.
Sin embargo, también es una realidad que el obligatorio distanciamiento afectó nuestra salud mental. Dejar de visitar a nuestros padres y abuelos, postergar las reuniones y fiestas con nuestros amigos, sin besos y sin abrazos, ocasionó un desgaste emocional por la falta de conexión social.
El ser humano está habituado a su familia, a su comunidad, asegura la psicóloga clínica y profesora de la Pontifica Universidad Católica del Perú Cecilia Chau, quien explica cuáles son los efectos que ha ocasionado el distanciamiento y en muchos casos la soledad por la pandemia. “Las personas que están solas han tenido consecuencias como problemas de insomnio, ansiedad, sentimientos de tristeza. Hay mucho abatimiento, desesperanza, se cree que vamos a continuar igual porque ciertamente fue de a pocos, primeros fueron 15 días luego 60”, indica.
En el sistema límbico, es el cerebro el órgano que se encuentra detrás de todas las emociones. Es ahí donde se produce la oxitocina, una hormona cuya función es fortalecer los vínculos de proximidad. Cuando hay aislamiento o falta de contacto social, esta hormona baja su nivel en la sangre, lo que puede resultar perjudicial para el ser humano, la empatía se resiente y cada vez es más difícil ponerse en el lugar del otro.
Para el director del Instituto Guestalt de Lima, Manuel Saravia, estas hormonas tienen que ver neurotransmisores, con el contacto social y factores biológicos y la proximidad. “Una persona que está en aislamiento es una persona que está privada de todo estímulo, que va desde el contacto físico hasta el contacto afectivo en general. El estímulo más poderoso para una persona es otra persona, entonces la ausencia de estímulos hace que se deprima”, dice.
Una de las características de la sociedad peruana es la proximidad respecto a la comunicación, que con la pandemia y el distanciamiento físico quedó a un lado. “En nuestro país estamos acostumbrados culturalmente al contacto físico, nosotros tenemos esto muy arraigado, el felicitar a una persona, un abrazo, un apretón de manos, el saludo con un beso, la parte kinestésica. Durante mucho tiempo hemos transmitido el mensaje de que los abrazos y caricias son gratis”, añade Saravia.
¿Las redes sociales y llamadas pueden reemplazar el contacto físico?
“Si bien tenemos las redes sociales o el teléfono, no reemplazan de ninguna manera el contacto físico”, asegura Chau, sin embargo, es importante dar señales a nuestro cerebro de que continuamos manteniendo contacto social. “Para conservar la salud hay ciertos comportamientos, mantener una rutina de ejercicios vía internet, en la medida de lo posible no romper la comunicación con los seres queridos, sostener una alimentación balanceada, dormir bien, no dejar el contacto con otros”, indica.
El ser humano tiene el poder de reconocer y poner atención en lo controlable y no controlable. “Lo controlable es reconocer qué medidas seguras podemos tener, las medidas de seguridad se pueden reforzar, fijarnos en la familia, trabajo a nivel personal, por otro lado, lo no controlable es reconocer que el virus vive con nosotros, pero frente a eso qué podemos hacer, sabemos que no hay vacuna aún”, asegura la psicóloga.
¿Cómo les afectó el distanciamiento físico a los niños y ancianos?
El coronavirus golpeó duramente a los adultos mayores, son la población que más murió durante la pandemia. Una de las reacciones del confinamiento ha sido el desarrollo de síntomas de ansiedad y depresión.
Los niños son el otro grupo que se vio fuertemente afectado. “Los niños se comunican de manera lúdica y a través del contacto, y es por esa razón que en los niños está muy reglado el tema de las salidas, dependiendo de la edad están buscando experimentar a través del tacto, es muy difícil hacerle entender que no se pueden tocar a las personas. Y en el caso de los adultos mayores también necesitan un contacto físico, aunque no todos reaccionan igual. Hay adultos mayores que aún reciben una carga familiar y son económicamente activos. Y sobre todo aquellos que se han visto solo se han visto muy afectados”, señala Saravia.
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