Once de marzo de 2011, el noreste de Japón sufrió los estragos de un poderoso terremoto, seguido por un devastador tsunami que destruyó todo a su paso. Posteriormente, la central nuclear de Fukushima sembró el pánico en territorio nipón y el resto del mundo.
Japón recuerda hoy, sábado, el tercer mes de la peor desgracia de su historia. Un atroz terremoto y posterior tsunami que acarreó luego en una catástrofe nuclear que sigue golpeando al gigante asiático, una situación que desespera a las decenas de miles de damnificados que continúan viviendo en albergues a la espera de que la pesadilla termine.
Once de marzo del 2011, los cables e imágenes comenzaban a llegar de todas partes del mundo relatando el feroz castigo que la naturaleza infringía contra Japón. La cifra de fallecidos, entonces, no paraba de aumentar hasta llegar a un terrible número, más de 15 mil muertos. Y los trabajos de rescate aún continúan.
Las autoridades japonesas, respondieron de inmediato a la emergencia y comenzaron a evacuar a las personas que en pos de salvar su vida habían huido de las terroríficas olas que borraban del mapa a los pueblos de Miyagi, Iwate y Fukushima.
Luego del terror, y soportando las insufribles réplicas que sumaban más de mil, les aguardaba a los damnificados un drama aún mayor, el movimiento de la tierra había dañado la estructura de las centrales nucleares que comenzaban a emitir su radioactividad.
En la actualidad, este desastre nuclear, ha superado el accidente de Chernobil, en 1986, que prácticamente arrancó la vida natural de esa zona ucraniana y ha causado un impacto económico poco menos que catastrófico.
La economía japonesa ha retrocedido un 3.7% y no se avizora una recuperación importante, al menos en lo que queda del año.
Aún cuando la esperanza se resiste a abandonar al país del "sol naciente", las cifras no son nada alentadoras. La potencia asiática ha visto caer significativamente sus exportaciones, su superávit comercial. Asimismo, su producción industrial se ha frenado.
Mientras tanto, la desesperación hace presa del enojo a los miles de damnificados que perdieron sus hogares por causa del terremoto y posterior tsunami o los que tuvieron que abandonarlos por temor a la fuerte radioactividad de la zona.
Los jóvenes no ocultan su indignación frente al gobierno, acusado de lentitud en la limpieza de unos 25 millones de toneladas de desechos.
Los debates en torno al papel energético de Japón en el mundo continúan, a la vez que se espera que los damnificados mantengan la esperanza y fortaleza para superar el peor momento de sus vidas.
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