El virus de la infodemia en los niños se fue instaurando en una serie temporal de momentos desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad.
La exposición prolongada a los desastres naturales o eventos como una pandemia constituyen un choque en la línea de vida de cualquier individuo. Y no podría ser de otra manera si hace casi dos años, a nivel mundial, nuestra vida dio un giro total con la aparición de un nuevo coronavirus llamado SARS-COV-2, que surgió en China, y que dio lugar a una pandemia sin precedentes, provocando hasta la fecha millones de casos y muertes alrededor de todo el mundo.
Sin embargo, no es la primera vez que ocurre; experiencias pasadas con pandemias como la peste bubónica, la de influenza y otras igualmente pasaron factura a toda la población mundial con millones de pérdidas. De estas pandemias pudimos sacar varias lecciones en términos de salud pública.
Al respecto, por ejemplo, una de las estrategias que demostró prevenir el pánico y contener el brote fue la provisión de información oportuna, clara y correcta durante la primera fase de la epidemia. El hecho es que en la pandemia por covid-19, justamente la provisión de información adecuada no fue una tarea prioritaria, por lo que se dio paso a otro enemigo: “el virus de la infodemia”.
Según la Organización Mundial de la Salud, la infodemia es la sobreabundancia de información real y falsa, que aborda varias categorías:
Los mitos y rumores, que constituyen la forma de infodemia más común siendo declaraciones y discusiones no verificadas, divulgadas a toda la población.
Las teorías conspirativas, que son explicaciones de varias teorías relacionadas con el origen del virus.
Los discursos estigmatizantes, que son fenómenos socialmente construidos en los que se etiqueta al individuo por su enfermedad o exposición.
Los productos pseudocientíficos, que son objetos que no han sido comprobados como cura o prevención para la enfermedad pero han sido dados a conocer como tales.
La pregunta es: ¿Qué hace al virus de la infodemia tan letal y poderoso en la actual pandemia? Según la misma OMS, la infodemia mina las respuestas en salud pública, volcando la atención en intereses de los grupos que divulgan información errónea acerca del virus; y, además, vulnerando los derechos de varios grupos, especialmente de los menos protegidos, como son los niños; y respecto a ellos, surgen estos cuestionamientos: ¿a qué están siendo expuestos?, ¿deben conocer realmente la realidad y dimensión de la pandemia?, ¿cómo abordar los temas de la muerte y la enfermedad con ellos para no generar estrés, miedo o trauma?
Instauración de la infodemia en la población infantil
El virus de la infodemia en los niños se fue instaurando en una serie temporal de momentos desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad:
Momento 1. El virus no afecta a los niños: El mito.
En plena primera fase de la pandemia, en enero del 2020, se difundían los estudios de investigación que describían en ese momento la poca o nula probabilidad en los niños de desarrollar infección grave; sin embargo, en el caso de presentarse, no desarrollaban manifestaciones clínicas, siendo la mayoría, asintomáticos.
En ese contexto de baja incidencia clínica de covid-19 entre la infancia, se generó socio-estructuralmente el mito de que “covid-19 no afecta los niños”, lo cual invisibilizó las problemáticas alrededor del devastador efecto de la pandemia en el desarrollo infantil: el cierre de escuelas en 107 países, que afectó a más de 860 millones de niños ; la inseguridad alimentaria; la alteración de las rutinas, de interacción social y de recreación; la negligencia en el cuidado de los niños; la violencia; además de la falta de acceso a instituciones de protección y justicia.
Momento 2. Los niños son los supercontagiadores. El estigma.
La evolución en el tiempo en los niños continúa con un aparente “cambio en el comportamiento epidemiológico de la transmisión”, pasando del mito al estigma. Los niños pasaron de ser invisibles, a ser los “supercontagiadores” asintomáticos, y muchos de ellos sintieron la discriminación y señalamiento de su propia familia, instalándose la culpa de contagiar a sus seres queridos. Era la antesala de la crisis.
Momento 3. La crisis.
La incidencia de trastornos mentales en los niños y adolescentes se incrementaron exponencialmente durante la pandemia, más aún en Latinoamérica, que es una de las regiones más afectadas, especialmente en países como Brasil, Perú y Ecuador. En este último, un estudio describió que el 38,5% de un grupo de más de 3 000 niños, niñas y adolescentes, se han sentido angustiados y el 24,5% deprimidos. Las principales preocupaciones identificadas en los niños son el temor a que su familia enferme o muera por covid-19 (90,1%); el temor a que se acaben los recursos para comprar comida (68,8%); el temor a que los miembros de su familia pierdan su trabajo (44,3%); y el temor a que no puedan aprobar el año escolar (27,3%).
De esta manera, la infodemia se fue construyendo de forma inadvertida, echando raíces en la población infantil.
La comunicación eficaz, la respuesta ante el ataque
La Convención de los Derechos del Niño establece que todo niño, niña y adolescente tiene derecho a recibir información adecuada para su edad, y al mismo tiempo, debe ser protegido de cualquier información que sea perjudicial para su desarrollo.
El virus SARS COV-2 y la infodemia obligaron a los niños al gran reto de adaptarse a estas nuevas condiciones que se impusieron de forma brusca y sin aviso, convirtiendo su entorno en un caos. Por lo tanto, la elaboración de acciones específicas es vital para consolidar un sistema comunicativo eficaz y justo que permita combatir la infodemia, incluyendo urgentemente a los niños como grupo primario de atención. Brindarles acompañamiento emocional y mental para vivir esta nueva normalidad es tarea de todos, desde la cotidianidad hasta los entornos escolares y sanitarios, lo cual evitaría una crisis postcovid que venga con más fuerza contra esta población. ¡Es hora de actuar en favor de sus derechos!
Doménica Nathaly Cevallos Robalino, Investigadora externa del Grupo de Investigación ONE HEALTH, Universidad de las Américas (Ecuador)
This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.
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