A Rusia le trae muchos recuerdos ese territorio similar a Siberia, ya que simboliza el momento más álgido de su expansión colonial. De hecho, Alaska fue la única colonia propiamente rusa en ultramar.
La elección de Alaska como sede de la cumbre ruso-estadounidense es un doloroso recuerdo de cómo los zares vendieron en 1867 la península a Estados Unidos a espaldas del pueblo ruso, un mal negocio que podía haber cambiado la historia del siglo XX.
"Rusia veía a Estados Unidos como un potencial aliado" y un contrapeso a Inglaterra y Francia, comentó a Efe Alexandr Petrov, historiador ruso y experto en historia estadounidense.
A esto se suma que en los 125 años de dominio de Alaska -los españoles llegaron años después- los colonos rusos apenas la habían explorado y las relaciones con los aborígenes eran muy tensas.
Alaska, la única colonia rusa de ultramar
El Kremlin vio bien la elección de Alaska como sede de la cumbre, ya que Putin, contra el que pesa una orden de arresto internacional por crímenes de guerra, sólo tendrá que cruzar el estrecho de Bering.
A Rusia le trae muchos recuerdos ese territorio similar a Siberia, ya que simboliza el momento más álgido de su expansión colonial. De hecho, Alaska fue la única colonia propiamente rusa en ultramar.
Los rusos llegaron a Alaska a mediados del siglo XVIII comandados por Vitus Bering, el navegador danés que dio nombre al estrecho que separa Asia de América.
Décadas después el imperio ruso reclamó propiedad sobre Alaska, para cuya explotación se creó la compañía ruso-estadounidense (RAK), gestionada por comerciantes rusos.
No obstante, tras la guerra de Crimea (1853-56) los rusos cayeron en la cuenta de que en caso de guerra con los británicos, que ya habían atacado la península de Kamchatka, no tenían recursos, ni aliados, ni dinero para defender Alaska.
Las ansias de evitar que cayera en manos del imperio británico empujaron al zar a optar por el mal menor: su venta el 18 de octubre de 1867 a 4,73 dólares el kilómetro cuadrado, lo que incluía también inmuebles y archivos coloniales.
Una venta dolorosa
EE.UU. intentó por primera vez comprar Alaska en 1854, pero ambos países aplazaron las negociaciones hasta que concluyó la Guerra de Secesión (1865).
Washington no tuvo ni siquiera que presionar al zar Alejandro II, ya que la idea fue de su hermano menor, el príncipe Konstantín Nikoláyevich, quien utilizó como argumento que RAK era deficitaria, aunque el motivo real era que la consideraba un monopolio.
Fue la primera vez que el imperio ruso cedía un territorio, algo que ahora está prohibido por ley desde la aprobación de la nueva Constitución rusa en 2020.
Las ansias de evitar que cayera en manos del imperio británico empujaron al zar a optar por el mal menor: su venta el 18 de octubre de 1867 a 4,73 dólares el kilómetro cuadrado, lo que incluía también inmuebles y archivos coloniales.
Petrov cree que el precio acordado -7,2 millones de dólares (más de 150 millones al cambio actual) o más de 16 millones de rublos- fue "insignificante", ya que la construcción de la catedral de San Isaac en San Petersburgo costó entonces unos 9 millones de rublos.
El pueblo ni se enteró, aunque el diario "Golos" (Voz) tachó en abril de 1868 de "vergüenza" la venta "a precio casi regalado" de Alaska, que también fue criticada por el mismísimo Karl Marx.
En su mayoría, el dinero fue utilizado para el tendido de la vía férrea entre el norte y el sur del país, en particular entre Moscú y la península de Crimea, anexionada por Moscú en 2014 y que había pertenecido a Ucrania desde 1954.
La historia que pudo ser y no fue
A los historiadores rusos les gusta especular con lo que hubiera pasado si Alaska hubiera sido territorio ruso hasta hoy en día. ¿Qué hubiera ocurrido si durante la Guerra Fría la Unión Soviética hubiera podido desplegar armas nucleares en Alaska?
Otros rebaten que hubiera corrido la misma suerte que otros territorios del Lejano Oriente ruso, es decir, zonas atrasadas llenas de bases militares donde las corporaciones estatales explotan sus ingentes recursos naturales al margen de la población indígena.
Alaska también podía haberse convertido en una especie de Taiwán, ya que en la península se podían haber refugiado los blancos durante la Guerra Civil con los bolcheviques.
Una alternativa real a la venta de Alaska hubiera sido su arrendamiento a EE.UU., algo que el líder soviético, Vladímir Lenin, propuso a Washington en el caso de Kamchatka por un plazo de 60 años, pero la oferta fue rechazada por Washington, que no quiso reconocer a los bolcheviques.