"No está muerto ni vivo, está desaparecido", sentenció en plena dictadura argentina el presidente de facto sobre la suerte de las víctimas del terrorismo de Estado.
"No tiene entidad. No está muerto ni vivo, está desaparecido", sentenció en plena dictadura argentina el presidente de facto Jorge Rafael Videla cuando un periodista osó preguntarle por la suerte que habían corrido las víctimas del terrorismo de Estado.
La respuesta puede perfectamente definir la vida de este dictador que hoy, a los 84 años, regresó tras un cuarto de siglo al banquillo de los acusados para ser juzgado por el fusilamiento de 29 presos en una cárcel de la provincia de Córdoba (centro).
Videla, señalado por muchos como el máximo responsable de la "guerra sucia" que se desató entre 1976 y 1983, nació el 2 de agosto de 1925 en la ciudad bonaerense de Mercedes, en el seno de una familia con fuerte impronta política.
Ingresó en el Colegio Militar en 1942 y en 1975 la entonces presidenta argentina, María Estela Martínez de Perón, esposa del tres veces gobernante Juan Domingo Perón, lo nombró comandante en jefe del Ejército.
El 24 de marzo de 1976, junto a Emilio Massera y Orlando Agosti, Videla lideró el golpe de Estado que derrocó a María Estela Martínez e inauguró la etapa más oscura de la historia argentina reciente, que concluyó con 30.000 desaparecidos.
Durante sus cinco años de gestión, Videla organizó el Mundial de fútbol de 1978, con el que pretendió limpiar su imagen internacional en momentos en que las denuncias sobre violaciones de los derechos humanos comenzaban a multiplicarse.
También estuvo a punto de declarar la guerra a Chile por un conflicto limítrofe que se superó gracias a la mediación del Papa Juan Pablo II.
Con José Alfredo Martínez de Hoz como ministro de Economía, Videla instrumentó una política basada en la apertura de los mercados y la liberalización de la legislación laboral.
Entre 1976 y 1981 en Argentina se congelaron los salarios y se impuso una apertura arancelaria que, en vez de incrementar la competitividad de la industria nacional, acabó por destruirla.
Con la economía en recesión, una creciente inflación y la moneda devaluada, Videla fue sucedido por el general Roberto Viola el 29 de marzo de 1981.
Tras el restablecimiento de la democracia, fue detenido en 1984 y condenado a reclusión perpetua al año siguiente, en el histórico juicio a las Juntas Militares.
En 1990 fue beneficiado con un indulto dictado por el entonces presidente, Carlos Menem, y años después el juez español Baltasar Garzón le incluyó en una nómina de militares y civiles argentinos cuya captura internacional ordenó por crímenes cometidos durante la dictadura.
No volvió a ser apresado hasta 1998 y por orden de un magistrado bonaerense que investigó la apropiación de hijos de víctimas de la represión ilegal.
Pocos días después de su detención, un tribunal aceptó que Videla, que en ese momento tenía 72 años, cumpliera prisión domiciliaria, beneficio que las leyes argentinas otorgan a los mayores de 70, hasta que a finales de 2008 fue trasladado a una cárcel militar.
Un juez anuló su indulto en 2006 y esta decisión fue reafirmada en abril de este año por la Corte Suprema.
Además de esta causa por el fusilamiento de presos, Videla, que padece cáncer de próstata, afronta múltiples procesos judiciales, entre ellos uno por apropiación de bebés y otro por el Plan Cóndor, como se denominó a la coordinación represiva de las dictaduras del cono sur en las décadas de 1970 y 1980. EFE
La respuesta puede perfectamente definir la vida de este dictador que hoy, a los 84 años, regresó tras un cuarto de siglo al banquillo de los acusados para ser juzgado por el fusilamiento de 29 presos en una cárcel de la provincia de Córdoba (centro).
Videla, señalado por muchos como el máximo responsable de la "guerra sucia" que se desató entre 1976 y 1983, nació el 2 de agosto de 1925 en la ciudad bonaerense de Mercedes, en el seno de una familia con fuerte impronta política.
Ingresó en el Colegio Militar en 1942 y en 1975 la entonces presidenta argentina, María Estela Martínez de Perón, esposa del tres veces gobernante Juan Domingo Perón, lo nombró comandante en jefe del Ejército.
El 24 de marzo de 1976, junto a Emilio Massera y Orlando Agosti, Videla lideró el golpe de Estado que derrocó a María Estela Martínez e inauguró la etapa más oscura de la historia argentina reciente, que concluyó con 30.000 desaparecidos.
Durante sus cinco años de gestión, Videla organizó el Mundial de fútbol de 1978, con el que pretendió limpiar su imagen internacional en momentos en que las denuncias sobre violaciones de los derechos humanos comenzaban a multiplicarse.
También estuvo a punto de declarar la guerra a Chile por un conflicto limítrofe que se superó gracias a la mediación del Papa Juan Pablo II.
Con José Alfredo Martínez de Hoz como ministro de Economía, Videla instrumentó una política basada en la apertura de los mercados y la liberalización de la legislación laboral.
Entre 1976 y 1981 en Argentina se congelaron los salarios y se impuso una apertura arancelaria que, en vez de incrementar la competitividad de la industria nacional, acabó por destruirla.
Con la economía en recesión, una creciente inflación y la moneda devaluada, Videla fue sucedido por el general Roberto Viola el 29 de marzo de 1981.
Tras el restablecimiento de la democracia, fue detenido en 1984 y condenado a reclusión perpetua al año siguiente, en el histórico juicio a las Juntas Militares.
En 1990 fue beneficiado con un indulto dictado por el entonces presidente, Carlos Menem, y años después el juez español Baltasar Garzón le incluyó en una nómina de militares y civiles argentinos cuya captura internacional ordenó por crímenes cometidos durante la dictadura.
No volvió a ser apresado hasta 1998 y por orden de un magistrado bonaerense que investigó la apropiación de hijos de víctimas de la represión ilegal.
Pocos días después de su detención, un tribunal aceptó que Videla, que en ese momento tenía 72 años, cumpliera prisión domiciliaria, beneficio que las leyes argentinas otorgan a los mayores de 70, hasta que a finales de 2008 fue trasladado a una cárcel militar.
Un juez anuló su indulto en 2006 y esta decisión fue reafirmada en abril de este año por la Corte Suprema.
Además de esta causa por el fusilamiento de presos, Videla, que padece cáncer de próstata, afronta múltiples procesos judiciales, entre ellos uno por apropiación de bebés y otro por el Plan Cóndor, como se denominó a la coordinación represiva de las dictaduras del cono sur en las décadas de 1970 y 1980. EFE
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