El gobierno talibán de Afganistán festejó este martes el segundo aniversario de su regreso al poder con varias celebraciones, en medio de las críticas por las restricciones impuestas a los derechos de las mujeres.
Para muchos afganos, especialmente las mujeres, la vida dio un giro con el regreso al poder de los talibanes hace dos años y el fin de dos décadas de guerra contra el ejército estadounidense y sus aliados.
Cuatro afganos, dos mujeres y dos hombres, cuentan a la AFP el impacto que estos cambios tuvieron en su día a día, la víspera del aniversario de la caída de Kabul el 15 de agosto.
La empresaria que trata de mantener su negocio a flote
Arezo Osmani, de 30 años, recuerda que se sintió "aterrorizada y triste" cuando los talibanes regresaron al poder, con la promesa de imponer una interpretación estricta del islam.
"No salí de mi cuarto durante 10 días, pensé que todo iba a acabarse para mí, y que era lo mismo para todos los afganos", cuenta.
Unos meses antes, en febrero de 2021, Osmani había inaugurado su negocio de fabricación de compresas reutilizables. La empresaria, que llegó a emplear a 80 mujeres, decidió cerrar su empresa debido a la incertidumbre que se instaló en el país tras el retorno de los talibanes.
Pero dos meses después, reabrió las puertas del negocio. El sector privado es uno de los pocos lugares en los que "las mujeres podían trabajar", explica.
"Lentamente, nos fuimos acostumbrando a las condiciones y por suerte, como somos una empresa y trabajamos en el sector de la salud, pudimos seguir con nuestro trabajo, me siento bien ahora", dice.
Bajo el régimen talibán, las mujeres quedaron excluidas de las oenegés y de la mayoría de los puestos del sector público. Las autoridades ordenaron en julio el cierre de todos los salones de belleza, una importante fuente de ingresos para muchas mujeres.
La prohibición de que las mujeres afganas trabajen para asociaciones extranjeras golpeó duramente el negocio de Osmani, ya que sus principales clientes son de fuera. Ahora, ya sólo emplea a 35 personas.
"De momento, no tenemos ni contrato, ni comprador (...) si no podemos vender compresas, será difícil continuar, pero intentamos mantenernos en pie", añadió esta madre de dos hijos.
El agricultor que trata de sobrevivir
Rahatullah Azizi reconoce que desde que terminaron los combates ha mejorado la seguridad.
"Hubo muchos cambios" desde agosto de 2021, cuenta. "Antes era la guerra, ahora está tranquilo", asegura este agricultor de 35 años que vive en la provincia de Parwan, al norte de Kabul.
El conflicto armado dejó cerca de 38.000 muertos y más de 70.000 heridos civiles entre 2009 y 2020, según un informe anual de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en el país.
Y aunque la situación se tranquilizó, el agricultor sigue preocupado.
La economía afgana, ya maltrecha por décadas de guerra, está sumida en una crisis tras el recorte de miles de millones de dólares de ayuda internacional a raíz de la toma del poder por los talibanes.
La producción económica se desplomó y cerca del 85% del país vive en la pobreza, apunta el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La sequía y las plagas de langosta también han arruinado algunas explotaciones agrícolas del país.
"La gente ya no compra tanto nuestros productos", lamenta el agricultor, que apenas cultiva más de una hectárea en unas parcelas alquiladas.
"Antes, vendía siete kilos de tomates por 200 afganis [2,30 dólares], hoy sólo los vendo por 80 [menos de un dólar]", asegura el hombre, que espera que sus hijos puedan estudiar en la universidad.
El combatiente talibán que se volvió policía
Para Lal Muhammad, de 23 años, el regreso al poder de los talibanes significó mayor estabilidad económica.
Cuando se sumó al movimiento hace cuatro años, se acostumbró a luchar lejos de casa.
Hoy, es un oficial de policía de la segunda ciudad del país, Kandahar (sur) y gana más de 12.000 afganis [140 dólares] al mes.
Su salario es "suficiente" para alimentar a su familia, aunque asegura que de todos modos, nunca soñó con "tener muchos coches o ganar mucho dinero".
"Mi sueño era estudiar y trabajar para el gobierno del Emirato Islámico [nombre que las autoridades le dan al gobierno]. Me quedaré hasta el final", promete. "Gracias a Dios, regresaron", continúa.
Los talibanes, que nacieron en Kandahar, ya estuvieron al frente del país entre 1996 y 2001.
"Estamos muy felices. No tenemos problemas, no hay ni guerra ni combates. Estamos al servicio del Emirato y de nuestro pueblo", clama.
Una exestudiante de medicina en busca de un nuevo futuro
Cuando pensaba en su futuro, Hamasah Bawar se imaginaba ejerciendo en el sector médico del país.
Sus sueños se esfumaron con el regreso de los talibanes, que prohibieron a las mujeres acceder a las universidades y las escuelas del país.
"El cierre de las universidades fue devastador, no sólo para mí, pero también para todos mis compañeras de clase. Estamos rotas y es lo peor que podíamos imaginar", denuncia la exestudiante de 20 años.
"Si una niña estudia, lo hará toda la familia, si una familia estudia, lo hará toda la sociedad (...) Si no estudiamos, una generación entera será analfabeta", lamenta la joven, que vive en Mazar-e-Sharif, en el norte de Afganistán.
Antes del retorno de los talibanes, Bawar realizaba unas prácticas en una clínica. Pero las autoridades la cerraron.
"Como quiero un mejor futuro, no tengo otra opción que salir de Afganistán", cuenta. "No sólo se trata de mí, todas las niñas y mujeres de Afganistán quieren recobrar su libertad", sentencia. (AFP)
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