El ascenso de Tsai ha sido recibido con satisfacción por organizaciones feministas de Taiwán e incluso de China, donde su partido es visto como un enemigo político del régimen.
Taiwán ha elegido a la candidata del independentista Partido Demócrata Progresista (PDP), Tsai Ing-wen, como su primera mujer presidenta y ha dado a ese partido la mayoría parlamentaria, en busca del cambio y sin temor a la oposición china.
Tsai obtuvo el 56,2 por ciento de los votos, frente al 31 por ciento para Chu, del gobernante Partido Kuomintang (KMT), en unos comicios con la más baja participación histórica, el 66,13 por ciento, anunció la Comisión Central Electoral de la isla.
Además, el PDP logró la mayoría absoluta en el Parlamento, al conseguir 67 de los 113 legisladores, mientras que el KMT sufrió una estrepitosa derrota con solo 36 parlamentarios, según los resultados preliminares, lo que supone su primera pérdida de control del Parlamento desde 1949.
Taiwán es un actor clave en la cadena mundial de suministros y manufactura de productos de alta tecnología, fuente clave de referencia para China y un importante enclave estratégico en la disputa de hegemonía asiática entre Washington y Pekín.
A pesar de que está descartado que Tsai y su gobierno emprendan una aventura de proclamación de la independencia formal, los resultados de este sábado impactarán tanto los lazos de la isla con Estados Unidos y con China, con la que mantiene una disputa de soberanía desde 1949.
Asia, un continente acostumbrado a tener mujeres en el poder
Tras la elección de Tsai-Ing-wen la isla se une a la creciente lista de gobiernos mundiales en los que el sexo femenino ha conquistado las más altas cotas de poder, un club en el que Asia Oriental y del Sur ha estado siempre en puestos destacados.
Con Tsai, de 59 años y líder del independentista Partido Demócrata Progresista, otra mujer toma el poder en un continente donde Tailandia, Filipinas, la India, Nepal, Corea del Sur, Indonesia o incluso China (aunque su caso es algo atípico) también han tenido jefas de Estado o de Gobierno.
Fue en Asia, de hecho, donde gobernó la primera presidenta de una república de la Historia, la hoy casi desconocida líder Süjbaataryn Yanjmaa, quien gobernó Mongolia entre 1953 y 1954.
También en este continente fue elegida en votación la primera jefa de Gobierno del mundo, Sirimavo Bandaranaike, quien entre 1960 y 1965 fue primera ministra de Ceilán (la actual Sri Lanka).
En la actualidad, hay mujeres presidentas en Corea del Sur (Park Geun-hye) y en Nepal (la líder comunista Bidhya Devi Bhandari), y la pasada década las hubo en Indonesia (Megawati Sukarnoputri), la India (Pratibha Patil) y Filipinas (Gloria Macapagal-Arroyo, segunda en la historia del archipiélago tras Corazón Aquino).
El gran rival histórico de Taiwán, la República Popular China, también ha tenido sobre el papel una mujer presidenta, Song Ching-ling, viuda de Sun Yat-sen, el político que derrocó el régimen imperial 70 años antes de que ella fuera la jefa de Estado en 1981. Sin embargo, Song ocupó con carácter honorario ese puesto, creado específicamente para ella en una época en la que quien realmente manejaba los hilos del poder era Deng Xiaoping, y además sólo lo ostentó durante 12 días, pues falleció al poco de ser nombrada.
Dos célebres y carismáticas jefas de Gobierno asiáticas fueron asesinadas: Indira Gandhi, primera ministra de la India a la que sus guardaespaldas asesinaron en 1984 ocupando aún el cargo, y Benazir Bhutto, líder paquistaní y primera mujer en dirigir un país musulmán, muerta en un atentado en 2007 cuando aspiraba a regresar al poder.
En Tailandia, Yingluck Shinawatra fue primera ministra desde 2011 hasta 2014, año en el que fue destituida por corrupción y el Ejército dio un golpe de Estado, un destino similar al que años antes había corrido su hermano mayor, Thaksin Shinawatra.
Birmania tiene el especial caso de que una destacada líder, Aung San Suu Kyi, pudo haber ascendido a la jefatura del Gobierno de su país después de que su partido ganara las elecciones de 1990. Sin embargo, la Junta Militar anuló esos comicios y la condenó a un arresto domiciliario que también le impidió, un año después, recoger el Premio Nobel de la Paz.
La presencia de mujeres en la alta política asiática ha sido muy importante pero algunos países prominentes de la zona todavía no han abierto sus puertas a presidentas o primeras ministras, y en ello destaca el caso de Japón, una de las democracias más avanzadas de la región pero en la que el poder aún es cosa de hombres. EFE
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