Desde el 2003 opera la planta desalinizadora, la mayor de Latinoamérica para consumo humano, que es siete veces más cara que tratar el agua normal.
En el norte de Chile, cubierto por el desierto más árido del mundo, el agua siempre ha sido un problema. Ahora, en Antofagasta, capital de la minería del cobre, la mayoría de hogares recibe agua desalinizada, lo que la hace la mayor urbe de América Latina en beber agua de mar.
De la importancia del agua en el desierto, da idea la "Cachimba del agua", una especie de estación de servicio donde de las mangueras sale, en vez de combustible, el vital elemento que trasiegan cada día decenas de camiones a puntos distantes como el observatorio Paranal, pueblos del interior y de la costa o la minería.
"Esta agua se puede beber. Lo garantiza la empresa", Aguas de Antofagasta (filial de la empresa pública de la ciudad colombiana de Medellín), dice a agencia AFP Hugo Fermín Álvarez, uno de los camioneros que aguarda turno desde la noche anterior para llenar su camión. "Los dueños compran el agua y nosotros aseguramos el flete", relata.
Es cara
La falta crónica de agua en una urbe de casi 400.000 habitantes en pleno desierto de Atacama, y la mala calidad de la que proviene de la cordillera, con un contenido natural de arsénico muy superior al recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), llevó a la ciudad a dotarse de una planta desalinizadora en 2003, la mayor de Latinoamérica para consumo humano, dice Carlos Jorquera, encargado de comisionamiento de estas plantas de Aguas de Antofagasta.
El agua de esta planta, que produce 1.000 litros/segundo por ósmosis inversa -una membrana que separa el agua de la sal-, es "estable químicamente" y "segura para utilizar en los utensilios de cocina, el hervidor eléctrico o la olla" y sobre todo, para beberla, dice Jorquera.
"Parece ser una solución sustentable, pero no es la solución definitiva a los problemas hídricos del mundo. Esta es una solución que es significativamente cara, siete veces más cara que tratar agua normal del río", asegura.
Falta de regulación
Juan de Dios Vega, un ingeniero que ha dedicado su vida a analizar y a denunciar la calidad del agua en Antofagasta, lamenta que en Chile no haya "normativa de aguas desalinizadas" ni control "sobre los estándares establecidos por la OMS", en particular en lo que concierne a la presencia de boro o cesio, sobre todo a raíz del accidente de la planta nuclear de Fukushima en Japón en 2011.
Los problemas con la calidad del agua son antiguos en Antofagasta (ubicada a unos 1.200 km al norte de Santiago), que cuenta con los mayores índices de cáncer del país, en particular de pulmón y vejiga. El agua procedente de los ríos cordilleranos -que aún abastece al 20% de la población ya que la desalinizadora no da abasto- contiene naturalmente altos niveles de arsénico que tienen que ser reducidos en una planta de tratamiento.
"Con gran concentración de arsénico, zinc, cadmio y cobre, van a producir diversas enfermedades en la vida", alerta a la AFP Andrei Tchernitchin, presidente del Departamento de Medio Ambiente del Colegio Médico de Chile, que ha estudiado los problemas ambientales y de agua que afectan a la región de Antofagasta. Según estudios realizados en Estados Unidos, y que muestra Vega, buena parte de la población de Antofagasta tiene altos niveles de metales pesados en la sangre.
AFP
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