Bolivia asegura que quiere una salida al mar para lograr su desarrollo económico. Sin embargo, tanto en Chile como en Perú se brindan facilidades para que los bolivianos puedan sacar sus productos al exterior.
Bolivia se siente enclaustrada entre las montañas de su territorio. Por más de un siglo añora volver a sus viejos puertos y caletas y asegura, con pesar, que parte de su pobreza se debe a la falta de mar.
Para la paz, nada sería mejor que un embarcadero propio para conectarse con el mundo: esa es su principal motivación en La Haya.
Sin embargo, Chile insiste en que Bolivia no está aislada. El Tratado de 1904 le garantiza el uso de sus puertos para sacar sus productos al exterior.
“Ese tratado estableció por voluntad de ambas partes el libre tránsito para Bolivia a perpetuidad y así está establecido por el Tratado de 1904”, explicó Sebastián Piñera, presidente de Chile.
Allí está Arica, Iquique, Mejillones y Antofagasta utilizadas por unas 7 mil empresas bolivianas que envían más de 200 camiones al día a cruzar la frontera con productos que gozan de beneficios tributarios.
Bolivia reclama que sus transportistas son acosados constantemente con pesquisas, permisos innecesarios o huelgas que perjudican la mercadería.
El Tratado de 1904 también estipuló la construcción del ferrocarril La Paz-Arica para facilitar el comercio, pero este tren parece ser el fiel reflejo de la relación bilateral: lento e improductivo.
“Este el ferrocarril menos económico de los que se han construido porque este es político. Era para dar cumplimiento a un tratado”, Leonel Huerechiblanco, agricultor chileno.
El Perú también ha ayudado a la paz a salir de su aislamiento. Allí está “Bolivia Mar”, una franja de 5 kilómetros de largo de playa, en Ilo, que nuestro país cedió en 1992 por 99 años.
Aquel año, un emocionado presidente boliviano Jaime Paz Zamora jugó como un niño en las aguas de un Océano Pacífico bajo la mirada de Alberto Fujimori. Hoy reclama que no se utilice.
“Los bolivianos tienen mar y lo que tienen no lo usan. Es un argumento duro. ¿No tenemos cinco kilómetros de playa en Ilo? Tenemos un puerto, una zona comercial y no hemos puesto un mango”, explica.
Ponerla operativa y construir la infraestructura turística necesaria costaría 250 millones de dólares, pero el gobierno boliviano tiene otras prioridades.
Por ejemplo, convertir a Ilo en su principal puerta de entrada y salida de productos y así depender menos de Chile. Aquel país hermano cuyas relaciones están dominadas por el resentimiento histórico.
La Haya puede darle a Bolivia el respiro y la libertad que anhela.
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