Frente a la postura de Jair Bolsonaro de minimizar el impacto del coronavirus y no respetar las normas de aislamiento social, el gobernador Joao Doria se ha convertido en la figura más representativa de un líder político que toma en serio la pandemia en el país latinoamericano más golpeado por la COVID-19.
En poco más de un año, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el gobernador del estado de Sao Paulo, Joao Doria, pasaron de aliados, a adversarios. Ahora, la crisis del coronavirus ha intensificado el embate entre las dos caras más visibles -y antagónicas- de la política local en plena pandemia. Con la crisis como telón de fondo, Bolsonaro y Doria, quien gobierna al estado más rico del país, se han enzarzado en una batalla dialéctica que llegó a su ápice esta semana, cuando Brasil sobrepasó las 5.900 muertes y 85.000 casos de COVID-19.
Poco antes de decretar el inicio de la cuarentena en Sao Paulo, el pasado 24 de marzo, Jair Bolsonaro llegó a calificar a Doria de "lunático" y le acusó de exagerar en las restricciones impuestas para frenar el avance del virus en el estado más poblado de Brasil (46 millones), epicentro de la pandemia. Mientras Doria se alzaba como promotor de las cuarentenas, el líder de la ultraderecha brasileña desafiaba una y otra vez las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al participar en manifestaciones y paseos junto a sus seguidores, a quienes incentiva a volver al trabajo.
La actitud de Jair Bolsonaro ha sido interpretada como un pulso político a los gobernadores y alcaldes que defienden el aislamiento social y particularmente al de Río de Janeiro, Wilson Witzel, y a Doria, un periodista que se convirtió en mediático empresario y amasó una fortuna en el mundo de los negocios y la televisión. "Aquellos que incentivan la vida normal, aquellos que me presionan para que podamos actuar contra nuestros principios y los de la medicina. A ellos les pregunto: ¿Ustedes están preparados para firmar los atestados de muerte de los brasileños? ¿Ustedes están preparados para cargar los ataúdes con las víctimas del coronavirus?", cuestionó Doria hace algunas semanas.
Sus declaraciones eran una crítica velada al presidente y una respuesta directa a los pequeños grupos de manifestantes que cada fin de semana salen a las calles de Sao Paulo para criticar el confinamiento decretado por el gobernador. El choque entre Jair Bolsonaro, de 65 años, y Joao Doria, de 62, ha ido aumentando a medida que se ha agravado la crisis sanitaria en el país y llegó a su punto álgido esta semana, cuando el presidente responsabilizó al dirigente centro-derechista por el aumento de muertes de COVID-19.
"Esa factura tiene que ser enviada a los gobernadores. Pregunten al señor Joao Doria, al señor (Bruno) Covas (alcalde de Sao Paulo) por qué han tomado medidas tan restrictivas y continúa muriendo gente", dijo el mandatario. En uno de los discurso más duros de su carrera, Doria, con su don de palabra, rebatió cada una de las acusaciones de su antiguo aliado. El gobernador invitó al presidente a "salir de la burbuja" y de "su mundo del odio", a visitar los hospitales colapsados y las "personas agonizando" y a "parar de hacer política en un país que llora muertes e infectados".
"¿Y ahora presidente? Con más de 5.000 muertos, ¿usted continúa afirmando que es una gripecita?", indagó Doria, quien conoce al dedillo los secretos de la comunicación política. Pese a su tendencia conservadora, el gobernador busca posicionarse como la antítesis de Bolsonaro, por levantar banderas como la vigencia de la prensa -muy criticada por el presidente- y de otros valores considerados laicos. El líder paulista a ha reconocido la influencia que Francia tuvo en su formación, pues pasó parte de su juventud en París, donde su padre tuvo que exiliarse huyendo de la dictadura militar brasileña (1964-1985), la misma que Bolsonaro ensalza.
De aliado a rostro de la oposición
Con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como adversario común, Joao Doria no dudó en agarrarse de la mano de Jair Bolsonaro durante las elecciones de 2018, en las que el exitoso empresario aspiraba por primera vez a la gobernación de Sao Paulo -considerado el motor económico de Brasil- tras dejar la Alcaldía de la ciudad homónima (2016-2018). Aupado por la figura del líder ultraderechista y el lema de campaña "Bolsodoria" -que mezclaba los apellidos de ambos-, se convirtió en gobernador, mientras Bolsonaro se alzaba con la Presidencia del país bajo la firme promesa de acabar con el legado del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula.
Entonces a los dos les unía una ferviente defensa a la economía de mercado; su animadversión a la izquierda; y vendían la imagen de candidatos "outsiders", ajenos a los entresijos de la vieja política de la que Bolsonaro fue partícipe durante sus cerca de tres décadas como diputado. Pero la luna de miel entre el presidente y el gobernador de Sao Paulo comenzó a desvanecerse poco después del comienzo de la legislatura, a medida que la popularidad del presidente se encogía y el nombre de Doria comenzaba a resonar entre bastidores como futuro candidato para las aún lejanas elecciones presidenciales de 2022.
Las divergencias entre ambos comenzaron a intensificarse en los últimos meses y el coronavirus las hizo insalvables. En poco más de un año, Doria pasó de apoyar la candidatura de Bolsonaro a convertirse en el rostro más visible de una oposición que se ha tejido dentro de la propia derecha. La actitud de Doria fue incluso elogiada por Lula, su histórico adversario, y le ha dado la proyección nacional que siempre ha buscado para poder emprender una carrera presidencial que todavía parece distante en el horizonte político. Sin embargo, las encuestas le auguran en este momento un exiguo apoyo en una eventual candidatura, muy lejos del tercio de electorado fiel que conserva todavía el presidente brasileño. EFE
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