Su potente y inconfundible voz, y su arrolladora fuerza interpretativa fueron los atractivos que arrastraron a sus seguidores al concierto.
Una incombustible Liza Minnelli trasladó esta noche toda la magia de Broadway al clásico Festival de Jazz de Montreux, con la maestría y energía de una mujer curtida en las tablas y que aúna en sus genes lo mejor del cine y el musical.
Un nombre que habla por sí solo, una potente y inconfundible voz y su arrolladora fuerza interpretativa fueron los atractivos que arrastraron a sus seguidores al concierto, pero su simpatía, sus divertidas intervenciones y su calidad sonora dejaron absolutamente deleitados a una audiencia que en la mayoría de los casos ya peinaba canas.
Hija del cineasta italiano Vicente Minnelli y de la actriz y niña prodigio Judy Garland, de la que heredó sus dotes interpretativas y su chorro de voz, Liza nació condenada al mundo del espectáculo y a lo largo de casi 50 años de carrera ha sabido cumplir con las espectativas de su apellido.
Tras arrancar con algunas canciones más lentas, a la media hora de espectáculo sonó uno de los temas más esperados, "Cabaret", de la película homónima de Bob Fosse que valió a Liza un Oscar en 1972 por papel como la inolvidable Sally Bowles, canción con la que Minnelli se soltó la melena, bailó y hasta se desprendió del fular rosa que daba un poco de color a su atuendo negro, uniforme marca de la casa de Broadway.
Con los 65 años casi recién cumplidos -más una operación de cadera, problemas de adicción al alcohol ya superados y cuatro divorcios a las espaldas- la reina del "music hall" dejó claro que no piensa ni mucho menos en la jubilación y dio un repaso a su incontestable carrera con la misma energía de la adolescente que debutó en Broadway con sólo 15 años.
La consagración le llegó pronto, ya que poco después, con tan sólo 19 años, logró su primer Tony por "Flora de Red Menace" (1965), lo que la convirtió en la persona más joven en conseguirlo.
Luego llegaron más Tonys y más premios, hasta el punto de convertirla en una de los pocos artistas que han ganado los cuatro principales premios norteamericanos de cine, televisión, música y teatro, es decir, Oscar, Emmy, Grammy y Tony.
Con el público completamente ganado, llegó el turno de más clásicos como "My own best friend", del musical "Chicago", en el que Minnelli también participó en un montaje de 1975 como suplente; "Maybe this time" de "Cabaret" o "I must have that man", canción de la que se enamoró, según contó, cuando la escuchó en la voz de su madrina, la actriz, cantante y escritora Kay Thompson.
También hubo lugar para reminiscencias de la infancia y Minnelli intepretó "He"s a tramp", tema principal del metraje de Disney "La dama y el vagabundo" convertido ya en habitual en sus conciertos.
El final se acercaba y llegó, coreada por todo el auditorio, la canción con mayúsculas, "New York, New York", extraída de la película musical que realizó Scorsese en 1977, y en la que Liza interpretaba a una cantante de la que un pianista, encarnado por Robert de Niro, quedaba prendado.
Aunque la película pasó en su momento sin pena ni gloria, ahora se ha convertido en objeto de culto entre los amantes del musical y el tema principal alcanzó fama mundial gracias a la versión que Frank Sinatra popularizó años después.
Tras el amago de despedida de "New York, New York", Liza reapareció, esta vez sí, para despedirse con la preciosa -y elocuente- balada titulada "Goodbye", cantada "a capella" para demostrar, por sí alguien lo dudaba, que posee una de las voces con más personalidad del mundo del espectáculo.
Sin embargo, se echó de menos el clásico de los clásicos de Broadway: "All that jazz".
EFE
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