La mayoría de las víctimas no pidió ayuda porque no lo creyó necesario, sentía vergüenza de contarlo o porque no sabía a dónde ir. Solo el 28,9% buscó ayuda en alguna institución.
La violencia contra la mujer es una realidad que se da en diversos ámbitos, tanto público como privado. Lamentablemente, el hogar es uno de los lugares en los que se concentran las tasas más altas de mujeres violentadas.
Según la ENDES 2018, el 63% de las mujeres peruanas fueron víctimas de violencia ejercida alguna vez por el esposo o compañero, siendo los departamentos con las cifras más altas: Cusco, Apurímac, Puno y Pasco. Aunque esta cifra ha disminuido 2,2 puntos porcentuales respecto al 2017, aún se necesita trabajar para cambiar esta realidad.
La mayoría de las víctimas no pidió ayuda porque creyó que no era necesario, sentía vergüenza de contarlo o porque no sabía a dónde ir. De hecho, el 44,8% decidió recurrir a personas cercanas, mientras que solo el 28,9% buscó ayuda en alguna institución.
Principales formas de violencia familiar
Las tres formas de violencia familiar más recurrentes son la psicológica y/o verbal (58,9%), la violencia física (30,7%) que se manifiesta con empujones y golpes, y la violencia sexual (6,8%), según cifras oficiales.
En el caso de violencia psicológica, las situaciones más recurrentes en el hogar son la manifestación de celos, la insistencia de saber a dónde va la mujer, situaciones de humillación, el impedimento de visitar amistades y acusaciones de infidelidad.
Consecuencias y prevención
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la violencia afecta de manera negativa la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede aumentar el riesgo de contraer el VIH.
En el aspecto emocional, la seguridad y confianza de las mujeres disminuye. Es posible que se presenten casos de depresión, estrés postraumático y otros trastornos de ansiedad, insomnio y trastornos alimentarios. Incluso se puede llegar a tener ideas suicidas.
Si tenemos en cuenta que la violencia familiar incluye tanto la violencia contra la mujer como el maltrato infantil, otra de las consecuencias se da en los hijos e hijas.
La OMS indica que los niños y niñas que crecen en entornos de violencia pueden sufrir trastornos conductuales y emocionales. Además, los niños que crecen viendo la violencia como una forma adecuada de resolver los problemas, tienen más probabilidades de repetir esto en su vida adulta.
En el caso de las niñas que han estado expuestas a actos de violencia de pareja contra sus madres, que han sido maltratadas, o han crecido bajo privilegios masculinos y la condición de subordinación de la mujer, corren un mayor riesgo de ser víctimas de la violencia de pareja al crecer.
La prevención en torno a este problema requiere una sinergia entre diversos sectores, como educación y salud. Algunas estrategias tienen que ver con la emancipación económica y social de la mujer, la formación en materia de igualdad de género, la educación grupal y participativa y la reflexión crítica sobre las relaciones desiguales de género y poder.
Algunos puntos para tener en cuenta por parte de la OMS son:
- Poner fin a la discriminación de la mujer que persiste en las leyes relativas al matrimonio, el divorcio y la custodia.
- Mejorar el acceso de la mujer al empleo remunerado.
- Formular planes nacionales para combatir la violencia contra la mujer.
- Concienciar con relación al hecho de que la violencia contra la mujer es inaceptable.
- Prestar servicios integrales, y sensibilizar y capacitar a los proveedores de servicios de salud para que respondan a las necesidades de las víctimas de manera integral y empática.
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