Nadie puede dudar que en el Perú de hoy tenemos desafíos que conciernen por igual a las empresas y al Estado: el empleo, la infraestructura, la productividad, la descentralización y la corrupción.
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Uno de los ritos más esperados del calendario de la sociedad civil es la Conferencia Anual de Ejecutivos, más conocida por su sigla CADE. Organizada por el Instituto Peruano de Acción Empresarial, IPAE, desde los años sesenta CADE ha ofrecido un espacio de diálogo y de esperanza aun en los momentos de mayor polarización y pesimismo. Al hacerlo, confirma un fenómeno que se constata también en las sociedades desarrolladas: las empresas tienen que tomar en cuenta cada vez más factores y hacerlo en una perspectiva de largo plazo, que desborda el esquema quinquenal con el que suelen actuar los políticos y los funcionarios. La globalización, la digitalización, la igualdad de género y el cambio climático imponen a todos una agenda que ha dejado de estar limitada por las fronteras nacionales y los esquemas ideológicos heredados del siglo XX. Como acabamos de ver en la COP 26 celebrada en Escocia, cada vez hay más empresas que diseñan escenarios que van más allá que el horizonte del 2050, mientras que muchos Estados se inclinan ante el cortoplacismo impuesto por sus clientelas políticas. Nadie puede dudar que en el Perú de hoy tenemos desafíos que conciernen por igual a las empresas y al Estado: el empleo, la infraestructura, la productividad, la descentralización y la corrupción. No sorprende por eso que el lema de la versión 2021 de CADE sea: “Diversas voces, un solo Perú”. El éxito de CADE 2021 dependerá de que esa pluralidad de voces logre orientarse a una agenda común de desarrollo. Por su parte, el presidente Pedro Castillo dispone de una tribuna apropiada para conocer mejor el mundo empresarial y hacer precisiones en materia de reactivación económica y de reformas.
Las cosas como son
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