Por Sebastián Velásquez
Psicólogo clínico, escritor de psicología y neurociencia, y editor
Unas semanas después del inicio de la cuarentena, el gobierno creó acertadamente una comisión que llamó Comando de Operaciones COVID-19. Liderada por la doctora Pilar Mazzetti, este grupo de profesionales empezó a trabajar para disminuir el impacto de la pandemia en la salud de los peruanos. Pero hubo un hecho que llamó particularmente mi atención: en una de las múltiples entrevistas que los medios de comunicación le realizaron, ella afirmó que estábamos en una guerra. Claro, ella lo hizo desde su propia vivencia. Combate diariamente el virus, arriesga su salud al estar en contacto permanente con posibles infectados, y brinda su tiempo y esfuerzo para salvar nuestras vidas. Para ella, lo que está sucediendo ahora, como para muchos de nosotros, es una situación de gran alarma, muy parecida a un conflicto armado entre naciones. Yo escuché este mensaje y entendí lo que ella quería decirnos: es un momento de gravedad que nos está haciendo sentir temor, ansiedad, tristeza, quizás ira. No debemos tomarlo a la ligera. Como dijo el presidente Vizcarra, no debemos escatimar esfuerzos. Fue una frase que nos invitó a no quedarnos paralizados, sino a luchar por nuestro bien y el de toda la sociedad.
Pero este mensaje, para algunas personas, no quedó allí. Ese mismo día, un familiar muy cercano sintió el miedo que puede despertar una real guerra. Si bien ya venía tomando todas las medidas de salud necesarias, obedecía el pedido del presidente de no salir de casa y se preocupaba por el bienestar de sus seres queridos, hasta ese momento, la pandemia le había hecho sentir un grado moderado de preocupación; es decir, sentía un poco de ansiedad, lo que le hizo tomar acción para prevenir la enfermedad. Pero ese día sus emociones se volvieron más intensas: la ansiedad se convirtió en un temor paralizante. Ahora, sentía que las conductas que había realizado ya no eran suficientes: ya nada bastaba para detener el inminente caos. La guerra estaba declarada. Hago hincapié en la palabra «guerra», porque es una palabra con mucha fuerza y con un significado muy negativo que nos asusta.
Nuestros pensamientos afectan nuestras emociones
Pero, ¿por qué este mensaje hizo que el miedo fuera más intenso? Pues, porque nuestros pensamientos afectan nuestras emociones. Sean voluntarios o espontáneos, nuestros pensamientos van a moldear nuestro estado de ánimo1. Es bastante sencillo de explicar: recordemos cómo nos hemos sentido cuando hemos pensado en imágenes de terror. Lo usual es que sintamos temor o ansiedad. Lo mismo sucede con nuestros pensamientos. Funciona de la siguiente manera:
1.- Tenemos un pensamiento, que generalmente son mensajes o frases. En este caso, la persona de la historia pensó que la situación actual era una guerra. La frase fue «Estamos viviendo una guerra».
2.- Este pensamiento tiene un significado y va a depender de nuestras vivencias. Para una persona que vivió en la primera mitad del siglo XX, la palabra «guerra» trae recuerdos de lo peor que le sucedió a toda la humanidad, porque experimentó la Segunda Guerra Mundial. Para un peruano, puede significar cualquier guerra que se libró en nuestras fronteras; incluso, el conflicto interno armado. Incluso, puede asociarse con vivencias de la infancia: quizás, durante el periodo de guerra, también se libraba una luchar familiar en el seno del hogar. Y este es solo el significado que conocemos. Hay experiencias que vivimos en la infancia que no recordamos, pero que han generado un impacto en nosotros. Ahora, la palabra «guerra» no solo significa lucha bélica, también incluye todas aquellas experiencias que nosotros con conocimiento o, sin saberlo, hemos relacionado con esta palabra. Es como si alrededor de esta palabra, hubiera muchos recuerdos.
3.- Es el significado el que va a influir en nuestras emociones. ¿De qué manera? Mientras más recuerdos negativos haya relacionado con la palabra «guerra», más intensas serán mis emociones de ansiedad, temor, tristeza e ira.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Primero, cuando tengamos una emoción, pensemos de dónde viene. ¿Qué nos está haciendo sentir así? ¿Qué estamos pensando o hemos estado pensando en los últimos días? Una vez que hemos identificado los pensamientos que podríamos estar repitiendo, hagámonos la siguiente pregunta: ¿esto que pensamos está sucediendo realmente? En este caso en particular, podríamos preguntarnos: ¿realmente estamos ante una guerra? ¿Hay evidencia de ello? ¿Cuál es en realidad la situación? Esto va a lograr que nuestro pensamiento cambie: quizás ya no se trata de una guerra, sino de una pandemia. ¿Hay alguna diferencia? Pues sí: mientras en una guerra, los ciudadanos no podemos hacer nada para evitar las posibles desgracias, en una pandemia, depende de nosotros el avance.
Este no es un proceso nada fácil. De hecho, es una técnica que suele utilizarse en terapia y, para muchas personas, requiere años de entrenamiento. Incluso, en algunos tipos de psicoterapia, se trata de buscar el origen de estos pensamientos y emociones. Pero podemos empezar por preguntarnos si, quizás, nuestros pensamientos nos están jugando una mala pasada.
Referencias
(1) Ruby, F. J. M., Smallwood, J., Engen, H., & Singer, T. (2013). How Self-Generated Thought Shapes Mood—The Relation between Mind-Wandering and Mood Depends on the Socio-Temporal Content of Thoughts. PLoS One, 8(10), e77554. doi:10.1371/journal.pone.0077554
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