La llegada de una mujer al rectorado de la UNI es una refutación de uno de los prejuicios más tenaces del machismo: que las mujeres, por naturaleza, son menos dotadas para las matemáticas y las ingenierías.
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El Pleno del Congreso aprobó finalmente el texto sustitutorio de ley agraria que había sido elaborado y modificado por la Comisión de Economía. El texto aprobado establece en 930 la remuneración mínima, pero le añade un bono no remunerativo de 30%, es decir 279 soles. Quizás ese es el punto más discutido de una ley que define también otros beneficios sociales, así como temas tributarios y laborales. Aprobada con una mayoría de solo 56 congresistas, la ley ha recibido dos tipos principales de críticas. Primero, que aspectos remunerativos entre privados puedan ser definidos por ley. El segundo es imponer un aumento sin precedentes en otros sectores que puede atentar contra la sostenibilidad de algunas empresas, favoreciendo el desarrollo de la informalidad.
Una de las buenas noticias con las que comenzaremos el próximo año es la llegada al rectorado interino de la UNI de una mujer, la primera en los 144 años de esa universidad pública. Luz Eyzaguirre, reemplazará al rector saliente, Jorge Alva, que completa su mandato de cinco años con realizaciones y prestigio. La llegada de una mujer al rectorado de la UNI es una refutación de uno de los prejuicios más tenaces del machismo: que las mujeres, por naturaleza, son menos dotadas para las matemáticas y las ingenierías. Por haber repetido ese lugar común fue obligado a renunciar en 2006 el rector de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers. Una psicóloga le demostró empíricamente que los profesores tienen tendencia a poner notas más bajas cuando saben que los exámenes son rendidos por mujeres. Lo que probó que el prejuicio machista se alimenta de los efectos que él mismo produce. Luz Eyzaguirre es la decana en ejercicio más antigua de la UNI, titular de un doctorado en San Marcos y de una Maestría en la UNI.
En todos los países del mundo existe la tentación de invocar los imperativos de la seguridad nacional contra las libertades de los ciudadanos o para imponer una verdad única y oficial. Pero quizás China sea el caso más flagrante, como lo prueba la condena a cuatro años de cárcel impuesta a la periodista Zhang Zhan, quien se hizo célebre por sus crónicas sobre las primeras semanas de confinamiento en la ciudad de Wuhan, donde salió el coronavirus, actualmente esparcido en todos los rincones del mundo, incluyendo las islas del Pacífico, los reinos del Himalaya y la Antártida. Ya en el pasado, el régimen chino de partido único invocó la seguridad nacional para reprimir a la minoría ouigour y para impedir investigaciones sobre las muertes durante la revolución cultural o la represión en la Plaza Tiananmen.
Zhang Zhan, cristiana de 37 años, dio muestras de gran coraje civil cuando defendió el movimiento por libertades en Hong Kong lo que le valió verse privada de su licencia de abogada. Un año más tarde, difundió videos en You Tube en los que se veía hospitales saturados y pobladores desconcertados por las órdenes contradictorias de las autoridades. Su condena es una señal enviada a la misión de la Organización Mundial de la Salud que debe investigar las circunstancias en que apareció el virus que ha causado, hasta el momento, la infección de más de ochenta millones de personas y la muerte de más de un millón 700 mil.
En China, el partido comunista en el poder desde 1949, se ha atribuido una “gran victoria” contra la COVID-19 y considera que las críticas a su gestión forman parte de campañas orquestadas por enemigos de la patria. El nacionalismo es una vieja arma para combatir voces disidentes, pero en este caso es también un obstáculo contra el conocimiento científico y el progreso de la medicina.
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