El número de personas que se niegan a aplicarse la vacuna del coronavirus se ha duplicado de agosto del año pasado hasta la fecha. ¿A qué se debe esta reticencia ante la vacuna y qué problemas se deben enfrentar para convencer a las personas?
Mientras que en varios países del mundo la vacunación contra la COVID-19 ya empezó y la población empieza poco a poco a vacunarse, en el Perú la desconfianza reina. De acuerdo con la última encuesta de Ipsos, en solo siete meses, desde agosto del 2020, el porcentaje de personas que no se vacunaría contra la COVID-19 pasó de 22 % a 48 %.
Además, según un sondeo difundido por El Comercio, la cantidad de personas que, en un inicio, dijo que sí de vacunaría disminuyó de 75 % a 48 %. Estas cifras demuestran la desconfianza de las personas ante una vacuna necesaria para enfrentar la pandemia de la COVID-19.
Un número cada vez mayor de personas cree que la vacuna es peligrosa o innecesaria. Esto constituye una amenaza para el éxito de los programas de vacunación, y como consecuencia, existe un riesgo más grande de seguir teniendo brotes de la enfermedad. ¿Cuáles son los principales factores que influyen en el rechazo de la población a la vacuna?
MOTIVOS Y RAZONES
El sociólogo Sandro Venturo explica que el contexto de incertidumbre y de temor frente a la COVID-19 en el que nos encontramos, sumado a la crisis económica, tiene como consecuencia que las personas tiendan a ser más precavidas y desconfiadas.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen varios factores que pueden influir en la decisión de vacunarse, que a su vez dependen de los elementos socioculturales de cada población.
En primer lugar, se encuentran las opiniones de los líderes influyentes de cada país. Las personas suelen buscar información en figuras de autoridad por su experiencia en el tema, su popularidad o por la confianza que les tienen. Lorena Lévano, politóloga experta en Ciencias del Comportamiento, explica que durante los últimos meses ha habido autoridades y personajes públicos que han subestimado la gravedad de la pandemia, fomentando comportamientos nocivos.
Un claro ejemplo es el caso del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien aseguró que no se vacunará contra la COVID-19, incluso habiendo padecido la enfermedad. No olvidemos que el mandatario brasileño también fomentó el uso de la ivermectina, medicamento cuya eficacia contra el virus no ha sido probada científicamente.
En segundo lugar, existen serias preocupaciones sobre las consecuencias de vacunarse, un problema que se ve exacerbado por los movimientos antivacunas. Por lo general estos grupos sostienen que estas pueden debilitar el sistema inmunológico en poblaciones vulnerables, que son responsables de enfermedades respiratorias o autoinmunes o causan autismo, entre otros efectos secundarios.
Un tercer factor es la rapidez con la que se desarrolló la vacuna contra la COVID-19. “Creo que el hecho de que la vacuna se haya producido tan rápido y que esta pandemia nos esté sorprendiendo sucesivamente hace que la desconfianza se mantenga”, dice Venturo. “Las personas dudan sobre la efectividad de la vacuna para generar inmunidad contra el virus y tienen temores asociados a posibles consecuencias negativas aún no identificadas”, añade Lévano Gavidia.
Además de los factores mencionados, también existen creencias negativas basadas en mitos. Se cree que pueden causar infertilidad en las mujeres, que presentan efectos adversos a largo plazo, que padecer la enfermedad es menos riesgoso que vacunarse o que contienen químicos nocivos, entre otras razones.
“Si bien los científicos están ya acostumbrados al dinamismo del conocimiento, la población general no lo está. La cantidad de información es abrumadora, lo que nos va diciendo la ciencia no es la verdad absoluta, son las bases de conocimiento basados en una hipótesis, prueba y error”, explica Angela Uyen, médico y asesora de políticas de salud.
En esta línea, existen temores asociados a los mitos descritos y sensaciones desagradables relacionadas con el miedo a las agujas. “Las creencias y sensaciones negativas son exacerbadas por la falta de confianza en el sistema sanitario y en los profesionales de la salud. Ello puede estar relacionado a una mala percepción sobre la calidad de los centros de salud, a la limitada capacidad del personal para la atención o a experiencias previas negativas con el sistema sanitario”, precisa Lévano Gavidia.
Un sistema de salud débil y un Gobierno que falla en comunicar a la población solo genera más incertidumbre que se traduce en desconfianza. Es importante explicar cómo funciona la ciencia, pero también tener coherencia en las políticas públicas para lograr una real confianza en la población.
FAKE NEWS
Las fake news son cada vez más el origen de la desinformación de muchas personas. De acuerdo con Lorena Lévano, las personas tendemos a creer en las fake news, o noticias falsas por distintos motivos. En primer lugar, explica, la gran cantidad de información disponible en los medios de comunicación y en las plataformas digitales reduce nuestra capacidad de verificación de las fuentes y de una lectura crítica.
Redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram son plataformas que permiten publicar opiniones libremente sin necesariamente estar basadas en hechos reales o evidencia. “La manera en la que funcionan los algoritmos usados en estas redes es muy interesante, debido a que filtran contenido relacionado a búsquedas previas y ello puede exacerbar nuestros sesgos de confirmación. Es decir, estamos consumiendo información que valida nuestras opiniones previas”, explica la especialista.
Además, el uso de las redes se ha incrementado durante el confinamiento por la pandemia de la COVID-19 y quienes se encuentran confinados han hecho un mayor uso de dispositivos tecnológicos. Lévano explica que la neurociencia cognitiva indica que hay factores individuales que hacen a las personas más propensas a creer este tipo de noticias.
Esto tiene que ver con diversos factores, por ejemplo la forma en la que funciona nuestro cerebro, los sesgos cognitivos, los aspectos de la personalidad o el estado emocional en el que nos encontramos.
“Por ejemplo, en situaciones de tensión y preocupación como las actuales, las personas somos más susceptibles a creer en información falsa. Existen sesgos de confirmación que nos llevan a buscar información que valide nuestras creencias previas, independientemente de su veracidad. Este sesgo responde a un patrón neuronal que se activa dado que al cerebro le cuesta más crear aprendizajes nuevos que confirmar los previos. De ese modo, cuando recibe información que va en la línea de lo ya aprendido, tiende a considerarla verdadera evitando así disonancias cognitivas que provocan malestar”, añade.
¿CÓMO LLEGAR A LOS DESCONFIADOS?
Los seres humanos somos capaces de reducir nuestros sesgos cognitivos con herramientas que nos pueden ayudar a verificar la fuente de la información a la que accedemos. Es nuestra tarea leer más allá de los titulares que pueden resultar engañosos, evaluar la credibilidad de los autores que leemos y, sobre todo, reconocer nuestros sesgos al consumir información.
Para ello, será fundamental que los líderes de todo espectro político, social y cultural presenten un mensaje unificado sobre la importancia de la vacunación contra la COVID-19. Lorena Lévano explica que las ciencias del comportamiento nos brindan una serie de herramientas para promover prácticas socialmente deseables. A nivel individual, es importante convencer a las personas sobre la seguridad y efectividad de las vacunas con información que provenga de fuentes creíbles, que sea comunicada por personas y medios confiables.
A nivel colectivo, es necesario apelar a las normas sociales debido a que los seres humanos no solo tomamos decisiones basadas en motivaciones personales, sino que somos influenciados por los demás. “Es crucial visibilizar a las personas que decidan vacunarse y asociarlas a imágenes positivas. En ese sentido, es recomendable que, llegado el momento, las autoridades enfaticen el apoyo ciudadano hacia las vacunas en lugar de centrarse en los detractores”, propone.
Será tarea del Gobierno, entonces, informar a la población sobre la importancia de vacunarse, no solo por el bien individual, sino por el de todos los peruanos y el resto del mundo.
El acceso a la vacuna contra la COVID-19 debe ser universal y gratuito, no solo por temas éticos, sino también epidemiológicos. Ángela Uyen explica por qué esto es vital para a acabar con la enfermedad.
“Primero: no podemos exacerbar las ya existentes inequidades entre la población. La vacuna debe ser gratuita; el pago de bolsillo es una barrera de acceso que podría dejar a muchos desprotegidos. (…) No estaremos seguros hasta que estén seguros todos”, sostiene.
Para la médica es absurdo pensar que el individualismo nos protege en estas situaciones. Para explicarlo utiliza un ejemplo. “Si una persona con dinero accede a su vacuna de manera individual y está protegida de enfermedad severa ; digamos que esa persona tiene mañana un accidente y requiere una cama UCI, o su bebe tiene una neumonía y requiere oxígeno, o más aún tiene que ir a consulta pero el personal de salud esta trabajando en COVID o está enfermo”.
Finalmente, es necesario mencionar que si solo un grupo se vacuna, el virus seguirá circulando, ya que a pesar de que estas personas no puedan enfermar, pueden llevar el virus en su superficie, contagiando así a las personas que no han podido acceder a la vacunación.
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