Lo grave de los miembros de Perú Libre es que viven en un mundo paralelo en el que existen héroes y traidores, revolucionarios y caviares, víctimas y villanos
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Desde que la Constitución de 1933 consolidó la exposición de política general y la correlativa solicitud de confianza, los primeros ministros han alternado entre discursos acartonados y anuncios movilizadores. ¿Quién podría oponerse a una invocación como la que Guido Bellido introdujo en la parte final de sus casi tres horas de generalidades? No más conflictos. El Perú y su gente están primero. Después de salvar su puesto gracias al respaldo avasallador de Vladimir Cerrón, Guido Bellido contó con el apoyo del vocero Waldemar Cerrón, quien hizo el elogio del nuevo tono “conciliador y apaciguador”. ¿Puede apaciguar un discurso que multiplica planes distributivos pero omite toda referencia a la generación de riqueza? ¿Cuándo silencia la caída de la inversión privada, el papel de la minería, la lucha contra el narcotráfico, la desigualdad de género, los conflictos sociales y la reforma del transporte?
Lo grave de los miembros de Perú Libre es que viven en un mundo paralelo en el que existen héroes y traidores, revolucionarios y caviares, víctimas y villanos. Lo que no existe es gestión, el laborioso proceso de formular proyectos, elaborar expedientes técnicos, asegurar financiamientos, definir calendarios y velar por una ejecución rápida y honesta. Lo que necesitamos de un primer ministro es que sepa gobernar, es decir impulsar la acción de los ministerios. Si fuera por eso, el gabinete no merecería la confianza. Menos aún, si tuviéramos que pronunciarnos sobre la trayectoria de la mayoría de sus miembros. Pero la política tienen razones que la Razón no entiende. Habrá que esperar hasta esta tarde para confirmarlo.
Las cosas como son
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