La excesiva influencia del buró del partido de Perú Libre parece condicionar las decisiones del presidente y los nombramientos del gabinete impidiendo a Pedro Castillo la gobernanza del país. El presidente debería recordar que como servidor público ha prestado juramento para ponerse al servicio de todos los peruanos en su conjunto y no para plegarse a los deseos de miembros de su partido.
La discordia se ha implantado en el dialogo no ya de la oposición, sino en el interior de su propio partido en el que sus integrantes, y principalmente Cerrón, se empeñan en generar división en el seno de las familias del país. Guillermo Bermejo declara “siempre vamos a luchar por una nueva Constitución”, y los peruanos nos preguntamos: ¿qué parte de la Constitución? ¿No se tratará de un discurso vacío de contenido que lo que persigue es cambiar algo de lo que los peruanos huirían al oírlo? No hablar de lo que buscan cambiar solo revela una cosa, falta de transparencia.
Y qué decir del gabinete. Resulta sorprendente pues generalmente se cuestiona a los ministros por lo que hacen y esta ocasión, cuando nada todavía vemos que hayan hecho, se les cuestiona por lo que fueron. Y es que la honorabilidad debiera ser condición expresa de la representatividad.
¿Dónde ha fallado el discurso de Guido Bellido, se preguntará el presidente Castillo? Los datos y las estadísticas previos son claros, existe un alto nivel de desacuerdo con la elección de varios miembros de gabinete y ello genera un escenario incierto en la economía y la política del Perú.
Cuando los hechos contradicen los argumentos resulta complejo encontrar puntos de unión y precisamente eso ha logrado Bellido con su intervención, confirmar el desencuentro. Si damos cuenta de las estadísticas en redes sociales los datos revelan posiciones negativas cuatro veces superiores a las positivas.
Y, en lugar de mostrar elocuentemente la diversidad sociocultural que presenta el país y la necesidad de atender aspectos relativos a cada uno de los segmentos que lo conforman, se aleja de los interlocutores presentes en la arena política del Congreso al impedir el dialogo a través de la comprensión del mismo.
Si pensamos en términos de propuestas, si bien algunos de los temas planteados resultan relevantes hay aspectos encubiertos en ella que reclaman precaución. Aspectos tales como ceder poder del Congreso al Gobierno resulta preocupante, pues el parlamento tiene un rol muy importante de control y contrapeso ante decisiones perjudiciales a los intereses de los ciudadanos.
De otro lado, muchas propuestas se apoyan en datos de gasto público aplicado a las propuestas, pero al mismo tiempo, no se revelan las fuentes de ingreso fiscal que lo soporten. Como resultado cualquiera podría argumentar cifras elevadas en cada partida presupuestaria que posteriormente carezcan de soporte para su puesta en marcha.
Finalmente, un tema se vuelve recurrente en nuestros políticos: indicar qué harán sin decir cómo ni cuándo. Todo ello es posible que le pase factura en el día de hoy.
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