A dos años de iniciada la pandemia de la COVID-19, revisamos las condiciones de vida de las mujeres en torno a la violencia sexista y la falta de derechos.
En noviembre del 2021, la agencia ONU Mujeres publicó una investigación a partir de los testimonios de 16 154 mujeres en 13 países de ingresos medios (Colombia, Ucrania, Marruecos y Bangladés, por ejemplo). Un 45% de ellas declararon haber sido víctimas o conocer a alguna mujer que fue víctima de violencia desde el inicio de la pandemia de la COVID-19.
Asimismo, la investigación mostró que dos de cada cinco mujeres han sentido el impacto negativo de la pandemia en su salud mental. La sobrecarga del trabajo doméstico ha generado mayores riesgos de estrés y depresión en las mujeres durante estos años de confinamiento.
Los países en los que se considera en este momento que hay un mayor índice de violencia de género hacia la mujer son Siria, Afganistán, India, Somalia, República Democrática del Congo, lugares en donde las mujeres no tienen acceso a derechos humanos básicos con los que contamos todas las personas y donde son tratadas más que como humanos como posesiones de los varones.
En el caso de Latinoamérica, la pandemia recrudeció la violencia contra las mujeres y supuso una dificultad mayor para que accedan a derechos sociales. Fernanda Vicente, presidenta de Mujeres del Pacífico, en Chile, señala que debido a la pandemia de la COVID-19, un sector grande de mujeres perdió sus empleos, ocasionando que vivan los confinamientos en situaciones precarias.
“Más de 1 millón 800 mil empleos se perdieron, de los cuales 1 millón eran empleos de mujeres, los cuales aun no se han podido recuperar. (…) En países de Latinoamérica, aunque las mujeres tengan trabajo remunerado, el uso de su tiempo tiene un alto porcentaje de trabajo no remunerado y de cuidado a niños, adultos mayores y personas en condición de discapacidad dentro de su hogar”, explica.
Por otro lado, también en el ámbito del hogar, las mujeres ven cómo no se lleva a cabo la corresponsabilidad parental, debido a que la cultura machista impide que existan iguales condiciones para ambos padres en lo que respecta al cuidado de los niños y a las labores de la casa.
“En Latinoamérica tenemos culturas muy machistas, en las que el trabajo doméstico se ha dejado como una tarea de las mujeres. Parece que la tarea de los hombres es salir como cuando salían a cazar, algo primitivo, y las mujeres tenían que quedarse supuestamente ahí cocinando y cuidando a los niños, pero la corresponsabilidad es un derecho. Hoy día nosotros tenemos que avanzar hacia allá. Tenemos que entender que el uso del tiempo es tan importante para las mujeres como para los hombres”, añade.
Aquí entra a tallar también la falta de flexibilidad laboral que pueden sufrir las mujeres, ya que es fundamental que esta exista para poder avanzar hacia verdaderas oportunidades y una mejor calidad de vida.
VIOLENCIA EN SUS DISTINTAS FORMAS
En el Perú, la vida de las mujeres ha estado lejos de ser idílica. Vivimos en uno de los países con más altas tasas de denuncias por violación sexual en la región. Josefina Miró Quesada, abogada, periodista y autora del libro “Ser mujer en el Perú”, señala que estas además son solo una parcela de un universo más amplio de casos que no se reportan. Esto, explica, sucede por nuestra manera de ver y reaccionar a este tipo de violencia de género.
“En el Perú, seis de cada 10 personas toleran la violencia basada en género y estas reacciones están influenciadas por estereotipos de género prevalentes en nuestra sociedad, como por ejemplo, que un tercio considera que la mujer que se viste provocativamente busca que la acosen, o que un cuarto cree que una mujer debe estar dispuesta a tener relaciones sexuales con su pareja si este así lo desea. En otras palabras, por estereotipos de género que representan a las mujeres como objetos sexuales o como propiedad o posesión de los varones se alimentan mitos extendidos de violación sexual que sirven para minimizar, justificar y trivializar esta violencia”, señala.
En el mundo en general, una de cada tres mujeres ha declarado que ha sufrido violencia y un 25% de las jóvenes ha sido agredida por sus parejas incluso antes de cumplir 25 años, agrega Fernanda Vicente, y sostiene que, según distintos estudios, las niñas que viven violencia en sus hogares tienen cinco veces más riesgo de caer en una relación violenta y los niños que han visto violencia en sus hogares contra las mujeres tienen más probabilidades de ser perpetradores de violencia cuando son adultos.
Si seguimos el problema de la violencia, también podemos ver que hay algunos tipos de violencia sexual percibidos como reales y otros que no lo son, o que no constituyen hechos tan graves. “Si la violencia la comete una pareja, o el esposo, si no hay huellas en el cuerpo, si bebió alcohol o si no denunció en el acto, entonces se duda del testimonio de la víctima de violación abonando a su normalización”, dice Josefina Miró Quesada.
Por otro lado, en el Perú, si hablamos de violencia física, psicológica o sexual, tres de cada cinco mujeres de entre 15 y 49 años ha sufrido alguna vez violencia de este tipo por parte de su pareja. En el caso de los feminicidios, hasta antes de la pandemia, las cifras habían venido aumentando año tras año, llegando a registrarse, en el 2019, 166 casos de feminicidios consumados y 404 tentativas.
En el caso del acoso sexual callejero, existe un estudio hecho en el 2016 del Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) que reveló que, en el Perú, siete de cada 10 mujeres han sufrido acoso sexual callejero en los últimos seis meses.
“Lo más actual que tenemos a disposición es respaldado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que reveló que, en el Perú, el 38% de mujeres entre 15 y 49 años ha experimentado violencia física y o sexual por parte de una pareja, colocando al Perú junto con Bolivia entre los dos países con los más altos índices de violencia de este tipo en la región”, dice Miró Quesada.
Fernanda Vicente señala que la violencia sexual también puede expresarse en el lenguaje. “Esa violencia sexual se expresa desde distintos símbolos. Desde la palabra, el lenguaje, lo visual, lo audiovisual y después los actos definitivos pueden ser en contra de niñas pequeñas que pasa mucho al interior de los hogares y es un tema del que no se habla. Pasa también la violencia sexual dentro de los hogares de trabajo, donde hay situaciones de abuso, donde nuevamente la asimetría es la gran causante de esto. Esa asimetría de poder”, sostiene.
DESAFÍOS PENDIENTES
A pesar de las tareas que todavía quedan pendientes a futuro, el Perú sí ha avanzado en términos de participación política para las mujeres. La politóloga Paula Távara sostiene que la implementación de la paridad y alternancia en los procesos electorales, congresales y presidenciales del año 2021, ha permitido que tengamos un mayor número de autoridades mujeres.
A nivel de América Latina, otro avance en lo que respecta a derechos reproductivos y sexuales de las mujeres es la despenalización del aborto en México, Argentina y Colombia.
“Esto es importante en términos de no criminalizar a las mujeres que por distintas razones, muchas de ellas extremas, se ven en la necesidad de decidir no continuar embarazos, pero además trata de garantizar autonomía sobre el cuerpo de las mujeres y la posibilidad de no interrumpir planes de vida que muchas veces se ven golpeados por distintas situaciones que llevan a una decisión que nuevamente es extrema y que por ello no debe culpabilizar a la mujer”, señala Távara.
Como desafíos a futuro, Josefina Miró Quesada considera tres principales: el primero, generar datos y sistematizar la información disponible que permita conocer las distintas barreras que enfrentan las mujeres.
“Necesitamos contar con información representativa de la violencia que viven las mujeres afrodescendientes, lesbianas, bisexuales, transgénero, las mujeres con discapacidad, indígenas, las mujeres adultas mayores, niñas y adolescentes. Es fundamental reconocer las particularidades de estas distintas formas de violencia para poder así ofrecer una atención diferenciada en función de estas distintas experiencias”, explica a RPP Noticias.
En segundo lugar, la abogada propone dar un rol más protagónico a las mujeres sobrevivientes de cualquier tipo de violencia y proveerlas de recursos materiales y personales para que puedan asegurar su protección e integridad.
“Por ejemplo, hay que garantizarles una debida defensa que les permita no solamente tener abogados y abogadas a disposición, sino también conocer la maraña que está inmersa que incluye todos los pasos y pormenores de un proceso penal”, señala.
En tercer lugar, Miró Quesada sostiene que es importante implementar iniciativas que busquen incluir a los varones en la prevención y erradicación de la violencia, que es primigeniamente masculina.
“Esto pasa por entender que el problema es sistémico y trasciende a las personas. Hay que cuestionar las prácticas de masculinidades tradicionales, hay que cuestionar la manera en que la sociedad le ha dicho a los hombres cómo deben serlo y eso pasa también por cambiar nuestras mentalidades. Sobre la dimensión del daño que generan las violencias de género perpetradas en su mayoría por varones es insostenible seguir repitiendo el discurso de que la violencia de género es un tema personal o privado de parte de funcionarios que están en las más altas esferas de poder, cuando sabemos y deberíamos todos ya por lo menos coincidir en el diagnóstico de que se trata de un problema mundial de salud pública que no afecta a todos, todas y todes”.
Finalmente, Fernanda Vicente habla de otro gran desafío, que tiene que ver con la autonomía económica de las mujeres. “Una de las principales barreras que tenemos hoy día es no tener ingresos. 1/3 de las mujeres en Latinoamérica no tienen ingresos propios y eso es brutal porque genera relaciones muy asimétricas, genera dependencia económica de otros, genera también una anulación y una invisibilización del trabajo que ellas hacen”, explica.
Por otro lado, la educación termina siendo un pilar crucial en solucionar la violencia de género. “Acá no solamente se trata de estimular, capacitar, empoderar a las mujeres para que salgan al mundo laboral, estudien y se puedan desarrollar profesionalmente y económicamente, que se puedan incorporar de lleno en ese mundo, también se trata de ir educando a niños para que sean hombres y jóvenes que van en la corresponsabilidad y que la entienden tal cual y que entienden que el mundo es totalmente mixto”, dice.
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