Según el informe del Índice Global del Hambre, hay siete regiones del país ubicadas en una escala “grave” en la incidencia de hambre.
Siete regiones del país se ubican en una escala de hambre “grave”, según el diagnóstico que realizó el Índice Global del Hambre (IGH) en un informe publicado, a fines del 2021. Especialistas prevén que la crisis alimentaria mundial podría tener un resultado más profundo en estas regiones.
Apurímac, Huancavelica, Ucayali, Loreto, Huánuco, Ayacucho y Cusco son las regiones ubicadas en la escala de gravedad. Según el informe del IGH, los departamentos localizados en la sierra central del país (Huancavelica, Huánuco y Pasco), bordearon los 40 de puntuación [en una escala del 0 a >50] en el año 2008. Con el transcurrir del tiempo, hasta el año 2018, el IGH mejoró en todos los departamentos, pasando de una situación “alarmante”, a “grave” o “moderada”. Sin embargo, a consecuencia de la pandemia, en el año 2020 el índice en varios departamentos retrocedió considerablemente.
Esperanza Rivera, coordinadora del Programa Nacional de Ayuda en Acción Perú, una de las organizaciones que participa en la elaboración del informe, dijo a RPP Noticias que estas regiones ubicadas en zonas altoandinas, a excepción de Ucayali y Loreto, fueron afectadas por la pandemia y otro factor que las afecta frecuentemente son las heladas y friajes.
“Siguen constituyendo peligros recurrentes y que afecta la salud de la población. Eso trae como consecuencia las restricciones temporales económicas, como las que tuvimos en la pandemia. Esos factores han conjugado para que estas regiones retrocedan, según el análisis, unos 12 años en materia alimentaria”, dijo.
Según Rivera, las zonas altoandinas enfrentan un factor climático relevante como el friaje y las heladas, a lo que se suma una mala o deficiente alimentación. “Hay poca preparación y capacidad para responder estas situaciones climáticas”, dijo la especialista.
Asimismo, comentó que en las regiones costeras su afectación en el tema alimentario es diferente. “Probablemente el desarrollo de otros intercambios comerciales permite solventar, salir de la situación, pero igualmente la costa va a seguir siendo afectada, porque los hogares tienen bajos ingresos. Se estima que el 50% de esos ingresos está dedicado a la compra de alimentos, si aumenta este porcentaje, disminuye la inversión en otros temas como salud, educación, vivienda y vestimenta, otras condiciones que también son importantes para una vida de calidad”, dijo Rivera.
El informe del Índice Global del Hambre (IGH) para Perú estima unas proyecciones para este año. En el escenario más optimista (leve) se preveía todavía no lograr recuperar el nivel del 2019. Bajo un escenario de impacto leve, el IGH 2021 se situará en 16.1, cifra todavía lejana de la alcanzada en el 2019 (15.7). En un escenario de impacto moderado, el IGH se sitúa en 16.6, cifra similar a la registrada en el 2014. Y bajo un escenario de impacto severo, el IGH se sitúa en 16.8, es decir, en un nivel muy similar al registrado en la pandemia
Desde Ayuda en Acción, se advertía también que el escenario severo podría quedar corto, debido a una nueva variable que surgió este 2022 que es la guerra en Ucrania.
“Esas predicciones que se hicieron, vemos con mucha tristeza que está ocurriendo, porque el alza de precios de alimentos y combustibles los lleva a un circuito de no poder salir de esa situación. Las zonas altoandinas donde tienen producción de autoconsumo no tienen cómo abastecerse de insumos agrícolas o de semillas, para poder, a su vez, sembrar alimentos que les sirvan durante el año. Eso se va a reflejar en el incremento de casos de desnutrición”, indicó la vocera.
Vulnerabilidad de la zona altoandina
El presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, Federico Arnillas, dijo que, en las regiones altoandinas, la población tiene monocultivos en zonas extendidas y que son vulnerables a fenómenos naturales. “Ahí la base es una población rural con necesidades básicas insatisfechas, con problemas de acceso a servicios como agua, electricidad y mercados. Son los sectores más pobres de nuestra población y que demandan de una atención diferenciada y especializada”, manifestó.
En cuanto a la afectación de la crisis alimentaria en zonas urbanas, el especialista sostuvo que el abastecimiento proviene de la 1) producción nacional y 2) el componente importado.
“Esa importación está siendo afectada a nivel global por factores que son conocidos que tiene que ver con el tema del calentamiento global, de conflictos en curso y sus implicancias en precios internacionales. Esos precios afectan el abastecimiento en la población urbana y rural, vía costos de transportes y pérdida de fertilizantes. Imagine un productor de alimentos en la zona de Jauja que tiene una parcela para producir verdura, que está destinada al mercado de Lima. Si no tiene fertilizantes adecuados, va a tener menor producción y no le alcanzará para vender. Si el costo de traslado es caro, va a pasar con esa producción que va a quedar en categoría de autoconsumo. La inseguridad alimentaria va a ser más alta en núcleos urbanos”, dijo.
Arnillas consideró que la inseguridad alimentaria continuará, si antes no se resuelve el acceso al agua. Ello es una de las soluciones en el mediano y largo plazo.
“Para garantizar la seguridad alimentaria, debemos tener seguridad hídrica. Sin agua, no hay cómo producir alimentos. Seguridad hídrica supone un manejo de cuenca con estrategias de cosecha de agua, pequeñas lagunas, embalses. [...] Tenemos que mejorar la productividad de la pequeña agricultura que es la que abastece el 70% de los requerimientos del país”, indicó.
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