Se dedica a la tanatopraxia, el oficio de preparar cadáveres para el entierro. Hace 24 años se dedica a maquillar muertos en una funeraria de Arequipa.
La única vez que David Valdez no pudo cumplir con su trabajo, fue cuando tuvo al frente el cadáver de su cuñado. La tristeza le impidió que cumpla con su oficio de maquillar y preparar el cuerpo para el velorio. “Me quebré, se me caían las lágrimas, porque era una persona muy querida por mí, tuve que dejar la labor a mi compañero para que lo haga”, recuerda.
Valdez se dedica a la tanatopraxia, el oficio de embellecer cadáveres para el sepelio. Seguro que muchos lo pensarían dos veces antes de hacer ese trabajo, pero él lo practica hace veinticuatro años.
Su labor empieza –cuenta Valdez– haciendo una limpieza de cutis. Luego utiliza cremas para hidratar el rostro y, de ser necesario, repara las partes dañadas del cuerpo sin vida.
“Es como si una persona fuera a un spa –dice Valdez–, se le arregla el cuerpo y el rostro del tal manera que pueda estar visible en el velorio”.
La preparación de un cuerpo puede demorar una hora. Y si la persona sufrió un accidente de tránsito u otro tipo de muerte violenta, puede tardar hasta cuatro horas para dejarlo listo para el entierro.
Su familia ya se acostumbró a su trabajo. Algunas veces su hija le pregunta: “¿Papá ya tienes un muertito?”.
Valdez dice que no le teme a la muerte. “Yo no le temo a la muerte, yo sé que vamos a morir todos, no hay por qué temerle”, dijo.
Eso sí, tiene mucho cuidado para hacer su trabajo. Se expone a algunas bacterias y enfermedades. Siempre usa máscara y guantes.
Hace un año medio murió su padre y, a diferencia de lo que ocurrió cuando falleció su cuñado, está vez decidió hacer el trabajo. “Ya lo comprendí, en realidad es un cuerpo, no está la persona ahí, su espíritu o su alma ya está en otro sitio. Lo hice con mucho amor porque era mi padre”, contó.
La tanatopraxia se aprende de manera empírica en el Perú, pero en países como Colombia, hay institutos donde se puede recibir formación técnica.
Valdez sabe que su trabajo no es común y comparte lo que sabe con otras personas que desean aprenderlo. Es el embellecedor de cadáveres que no le tiene miedo a la muerte.
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